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Crítica de Forolibro


Forolibro
28 December 2021
- GUSTARÁ:
A los que disfrutan con las narraciones de hazañas bélicas, de espías y de acción. A los aficionados a la novela histórica que gustan perderse entre las realidades y fantasías en épocas próximas en el tiempo, además de las que prefieren acciones y peripecias que pueden contrastar, refutar o ampliar si los decorados todavía conservan rasgos identificables. A los amantes de la literatura de estilo directo, realista y vital, carente de artificios. A los que se interesan por la reciente historia de España. A aquellos que juegan a: ¿qué hubo pasado si las cosas se hubiesen desarrollado de otro modo? (¿Y si?).

- NO GUSTARÁ:
A los amigos de las narraciones barrocas y densas. A quienes son incapaces de contemplar con asepsia quirúrgica las luces y sombras de personajes históricos. A quienes apuestan por la separación radical de géneros entre los hechos históricos y la fantasía literaria. No cuadrará a los que, de la novela histórica, se quedan más con la parte de «histórica» y menos con la de «novela».

- LA FRASE:
“—¿Cómo es Hitler? - preguntó de pronto Elsa.
—¿Cómo es? No lo conozco en persona— respondió Bernal encogiéndose de hombros—, pero dicen que impone.
—Todo ese poder… —musitó la traductora—, tiene que imponer, claro. Tanto poder sobre tanta gente. Es asombroso, la capacidad de decidir sobre nuestras vidas, la de algunas personas tan alejadas de nosotros, que no conocemos; personas que ayer no significaban nada, pero que mañana decidirán nuestra suerte ”.

- RESEÑA:
El primero de abril de 1939 el general Franco firmó su primer, único y último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo…” dejando así constancia de que la dramática guerra civil española había terminado. Había llegado la paz o, según palabras del genial actor Agustín González (don Luis), en la versión cinematográfica de 1984 de la obra de Fernando Fernán Gómez adaptada por Jaime Chávarri “Las bicicletas son para el verano”, lo que había llegado era la victoria. También llegó a todo tipo de penurias de posguerra y se iniciaban, a pesar del Auxilio Social, los tristes años del hambre. Con ellos los recelos, las clasificaciones y rendiciones de cuentas. Los responsables de actos inconfesables, antes y durante la contienda, sabían que lo eran y lo que podría ocurrirles.

Acabada la guerra civil española Adolf Hitler, invadiendo Polonia el 1 de septiembre de 1939, marca la fecha oficial del inicio de la Segunda Guerra Mundial. El éxito inicial de la llamada, por algunos, guerra relámpago no mitigó el deseo de Hitler de asegurar todas las bazas. La posible colaboración de la España de Franco era una de ellas. En 1940 los españoles estrenaron sus cartillas de racionamiento mientras el estraperlo, nacido en la década de los 30 en ruletas de casinos y garitos, trasladaba su campo de acción y se enseñoreaba aún más en alimentos básicos como el pan, los huevos o la leche. Gran parte del ejército vencido, unos 245.000 combatientes, había pasado la frontera francesa dejando atrás, en bosques y montañas, a los irreductibles maquis en la ilusoria espera de una intervención extranjera que liquidara al régimen vencedor, o que se activara exitosamente su final por algún atentado vital contra Franco. Con este escenario de fondo, sobre el conocido encuentro de dos personajes históricos en un lugar fronterizo de la Francia ocupada, pivota la novela de José Gil Romero y Goretti Irisarri. La cita de Hendaya, a pesar de su indiscutible influencia potencial en los avatares de la Segunda Guerra Mundial más que nada por aquello del efecto mariposa, no tuvo ninguna consecuencia drástica e inmediata en el resultado final de la contienda. Fue el planteamiento de una mínima jugada intermedia en la dramática partida que se prolongó desde el primero de septiembre de 1939 hasta el 2 de septiembre de 1945. sobre el conocido encuentro de dos personajes históricos en un lugar fronterizo de la Francia ocupada, pivota la novela de José Gil Romero y Goretti Irisarri. La cita de Hendaya, a pesar de su indiscutible influencia potencial en los avatares de la Segunda Guerra Mundial más que nada por aquello del efecto mariposa, no tuvo ninguna consecuencia drástica e inmediata en el resultado final de la contienda. Fue el planteamiento de una mínima jugada intermedia en la dramática partida que se prolongó desde el primero de septiembre de 1939 hasta el 2 de septiembre de 1945. sobre el conocido encuentro de dos personajes históricos en un lugar fronterizo de la Francia ocupada, pivota la novela de José Gil Romero y Goretti Irisarri. La cita de Hendaya, a pesar de su indiscutible influencia potencial en los avatares de la Segunda Guerra Mundial más que nada por aquello del efecto mariposa, no tuvo ninguna consecuencia drástica e inmediata en el resultado final de la contienda. Fue el planteamiento de una mínima jugada intermedia en la dramática partida que se prolongó desde el primero de septiembre de 1939 hasta el 2 de septiembre de 1945. no tuvo ninguna consecuencia drástica e inmediata en el resultado final de la contienda. Fue el planteamiento de una mínima jugada intermedia en la dramática partida que se prolongó desde el primero de septiembre de 1939 hasta el 2 de septiembre de 1945. no tuvo ninguna consecuencia drástica e inmediata en el resultado final de la contienda. Fue el planteamiento de una mínima jugada intermedia en la dramática partida que se prolongó desde el primero de septiembre de 1939 hasta el 2 de septiembre de 1945.
Difícil y aventurado colegir las últimas intenciones de Hitler en relación a la entrevista, salvo su prisa por la entrada de España como aliada de Alemania en la guerra. al otro lado inescrutable el auténtico designio de Franco para un acuerdo con los alemanes: ¿recuperar Gibraltar? Como preconizó en su día su inmediato antecesor en el “cargo” de dictador, el general Primo de Rivera que estaba interesado, según nos cuenta José M.ª Pemán en su libro “Mis almuerzos con gente importante” en abandonar el protectorado marroquí, y aún Ceuta y Melilla, un cambio de recuperar Gibraltar. ¿Interesaba al Caudillo saldar con Alemania la deuda de guerra ?, ¿anexionar territorios de África, como Marruecos o Guinea? ¿Ninguno de los anteriores supuestos o, sencillamente, no entrar en una nueva guerra sin desairar en exceso al nazi? Lo relevante para Elsa Braumann, la traductora de los pactos junto con Luis Álvarez de Estrada y Despujol, barón de las Torres, es que el encuentro se produciría inexorablemente y ella habría de estar presente; así se vería introducida en el ojo del huracán sin escapatoria posible.

Toda novela con soporte histórico e importante protagonismo de personajes y hechos muy conocidos, cuando básicamente estos se respetan, corre el riesgo de parecer menos atractiva al disminuir su "factor sorpresa". Afortunadamente La traductora puede resistir y sobreponerse a cualquier revelación anticipada por profusa que resulte puesto que, a pesar de ser una novela histórica de intriga, de acción y de suspense, mantiene su interés hasta el final y oculta numerosos estratos en los que un lector atento puede excavar. José Gil Romero y Goretti Irisarri mostró al lector, como de paso, paisajes rurales y urbanos que conservan rasgos muy reconocibles y que, hábilmente mezclados con los que son fruto de su imaginación o licencias literarias, aplicar a dar solidez al relato. Elsa Braumann, la traductora, en un inquietante recorrido de madrugada desde su casa al Palacio de Buena Vista, sede del Cuartel General del Ejército de Tierra, anterior sede del Ministerio de la Guerra, que según rumores y leyendas, no exentas de humor, como las citadas en los Misterios en Madrid de Manuel G. Sanahuja, podrían situar allí una partida de julepe entre los espíritus del general Juan Prim, un guardia civil teórico suicida, cuyo nombre se ocultó y el obrero Servando Rodríguez asesinado en el siglo XVIII. En un desván de dicho palacio, cuenta también el citado autor, aparecieron en los años ochenta varias máquinas Enigma fabricadas en Alemania en 1923. como las citadas en los Misterios en Madrid de Manuel G. Sanahuja, podrían situar allí una partida de julepe entre los espíritus del general Juan Prim, un guardia civil teórico suicida, cuyo nombre se ocultó y el obrero Servando Rodríguez asesinado en el siglo XVIII. En un desván de dicho palacio, cuenta también el citado autor, aparecieron en los años ochenta varias máquinas Enigma fabricadas en Alemania en 1923. como las citadas en los Misterios en Madrid de Manuel G. Sanahuja, podrían situar allí una partida de julepe entre los espíritus del general Juan Prim, un guardia civil teórico suicida, cuyo nombre se ocultó y el obrero Servando Rodríguez asesinado en el siglo XVIII. En un desván de dicho palacio, cuenta también el citado autor, aparecieron en los años ochenta varias máquinas Enigma fabricadas en Alemania en 1923.

Pero Elsa Braumann no está para rumores ni leyendas, y mucho menos para bromas, mientras recorre y recuerda los nombres de dos de los tramos originales de la actual Gran Vía madrileña (Pi y Margall y Conde de Peñalver) y otros muchos apelativos que también fueron oficiales en distintos períodos junto con aquellos nombres o motes espurios con los que denominó a esta avenida el pueblo llano. Este corto viaje con escolta policial es el comienzo de sus aventuras y desventuras. No siempre a quién madruga Dios le ayuda. La traductora de José Gil Romero y Goretti Irisarri nos presenta a una mujer arrastrada irremisiblemente por acontecimientos ajenos a su voluntad que no habría soñado ni en sus peores pesadillas y que la convertirán en un engranaje más de la complicada maquinaria de estrategias, intereses,

Nadie, salvo grotescas e interesados ​​excepciones, duda de que el general Franco murió apaciblemente (más o menos) en la cama, el 20 de noviembre de 1975 y que Adolf Hitler lo hizo truculentamente, por su propia mano, en el búnker berlinés de la Cancillería, el 30 de abril de 1945. Todos los intentos de acabar con la vida de ambos, en múltiples ocasiones y por diversos protagonistas, resultado estériles. Según qué autores a Hitler se le contabilizan 42 tentativas de atentado mortal ya Franco 17. También, según qué autores, los diversos episodios tuvieron muy diferentes gradaciones y consecuencias, desde meros “tanteos” y letales proyectos a impresionantes ejecuciones tácticas donde los protagonistas “objetivo ”Estaban a punto de perecer.

La novela de José Gil Romero y Goretti Irisarri nos introduce en la atmósfera de preocupación, rayana en la paranoia, que respiran los encargados de la protección de Franco, el coronel Bernal y su superior el general José Moscardó Ituarte, moderno Guzmán el Bueno y héroe del Alcázar de Toledo, que a la sazón fue jefe de la casa militar del jefe del Estado. No extraña su inquietud habida cuenta de los antecedentes mencionados ya que incluso antes del alzamiento, y con intención de paralizar este (el 14 de julio de 1936), tres anarquistas de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), bajo el acuerdo de esta y del Comité Federal de Canarias de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), estaba en un punto de “ejecutar” al entonces comandante militar de las islas Canarias. No cabe duda de que Franco tenía baraka. En 1940 el ya Generalísimo y Caudillo de España no solo estaba en el punto de mira de sus tradicionales enemigos declarados: republicanos en general, comunistas, masones, socialistas, anarquistas, separatistas, etc. sino también de recientes aliados suyos durante la contienda civil, desencantados o traicionados con su liderazgo, “solo responsable ante Dios y ante la Historia”, por motivos muy diversos, con predominio de grupos o facciones de requetés, monárquicos de Alfonso XIII o falangistas. de tal forma que su protección personal debería ser extrema y extenderse mucho más allá de su vistosa Guardia Mora. En la parte alemana, en la narración que nos ocupa y en territorio español, la seguridad del Führer estará encomendada a las SS (Schutzstaffel) en la persona del sibilino y repulsivo coronel Gunter Schlosser,
Unido a todo ello flotan en el ambiente de la conferencia, de forma explícita o soterrada, planes del más alto secreto militar, elementos, personajes y operaciones tácticas o estratégicas decisivas que traerán a la memoria del lector, inevitablemente, sonoros nombres en clave fundidos armoniosamente de realidad y ficción como: El hombre que nunca existió; la máquina Enigma de Arthur Scherbius; la Operación Overlord o el Día D; la Operación Picadillo y el comandante Wiliam Martin; el almirante Canaris; el matemático Alan Turing; la Operación Barbarroja y un sinfín de otros ejemplos reales, literarios o cinematográficos imposibles de reflejar aquí con una mínima extensión y sentido de la justicia.

El dinamismo, el lenguaje, la ambientación y el "atrezo" también juegan un importante papel en la credibilidad de la narración de José Gil Romero y Goretti Irisarri, por lo que es de agradecer el minucioso trabajo de los autores a la hora de cuidar los detalles y los elementos a describir para que encajen, casi a la perfección, con el estilo y el ambiente de la época. Pero sobre todo es el carácter y el comportamiento de los personajes principales que muestran rotundidad y solidez al tiempo que profundas contradicciones que, por excesivas, se normalizan y los hacen netamente humanos y próximos. Con La traductora los autores nos hacen disfrutar y padecer con las peripecias del núcleo central y también nos permiten escudriñar, con una cierta delectación, a los actores secundarios, pues son personajes paradigmáticos que representan casi todo el espectro de virtudes y defectos humanos. Podríamos destacar a la valiente traductora Elsa ya su ingenua y alocada hermana Amelia, junto al noble coronel Bernal, al rufián Valentino, al Payés Miquel Arnau, a la aguerrida Casia o al intrigante relojero Eduardo Beaufort. Sin embargo, nos quedaríamos cortos pues hay muchos más ya nuestro juicio todos interesantes, pero dejemos a los lectores el placer de descubrirlos.
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