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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
20 January 2020
La prima Phillis lleva mucho tiempo en mi estantería esperando. Me pasa con Elizabeth Gaskell lo mismo que con muchos otros autores clásicos: que una vez leído lo que publicaron, se acabó lo que se daba, y hay autores que tienen mucho por leer y otros que no tanto. Gaskell pertenece al segundo grupo, así que alargo, estiro y dilato lo que tengo pendiente para que me dure más. Pero con la premisa de Clásico de 200 páginas o menos ya no había más excusas.

La historia nos presenta a Paul Manning, un joven de apenas dieciocho años que ya hace casi dos que se gana la vida como ayudante del señor Holdsworth, ingeniero jefe encargado de las obras en una empresa de construcción de ferrocarriles. Este trabajo les lleva a moverse por las distintas zonas de Inglaterra a las que estaba llegando este invento que revolucionaría la última mitad del siglo XIX. En determinado momento se ven obligado a pasar una temporada en Eltham, y cerca de allí está la parroquia de Heathbridge, en la que viven unos parientes lejanos de los Manning a los que Paul jamás ha visto. Ya se sabe cómo son las madres con estas cosas xD, y la de Paul le obliga a que se pase a hacerles una visita y presentarse, así que, sin muchas ganas, Paul acude a la granja Esperanza, donde vive Ebenezer Holman, pastor de la Iglesia Independiente de Hornby, junto a su familia.

Y Paul se lleva toda una sorpresa: los Holman le reciben desde el primer momento como a un primo querido con el que hubiesen tenido contacto toda la vida. El pastor Holman es un erudito con una sed insaciable de conocimientos y con la conversación instruida de una persona que cultiva su intelecto afanosa por conocer y entender todo lo que le rodea; de lunes a viernes trabaja incansable su granja como cualquier granjero de la zona, y los fines de semana los dedica a sus sermones y sus feligreses; Phillis, la hija del matrimonio Holman, es una joven de diecisiete años digna hija de su padre, inteligente y culta, lee latín y griego con fluidez y absorbe libros que muchos hombres que se las dan de cultivados ni siquiera sueñan con intentar entender; muy alta, hermosa pero nada consciente de su atractivo, a pesar de su edad es la niña de sus padres y así la tratan todavía, y como niña ingenua y desconocedora de las malicias del mundo se comporta cuando Paul la conoce; la señora Holman es una mujer sencilla que ama a su hija pero ama más todavía a su marido, y aunque la complicidad intelectual que existe entre padre e hija a veces le hace sentirse desplazada, nada enturbia la felicidad y complicidad que hay entre los tres.

La novela está dividida en cuatro capítulos más o menos largos, que corresponden a las cuatro entregas en que fue publicada la novela entre 1863 y 1864. Gaskell murió al año siguiente, 1865, así que esta novela corta fue una de sus últimas obras y, para mí, una pequeña joya. El genio y talento de esta autora con las palabras convierten 176 páginas en toda una demostración de cómo escribir narrativa breve profundizando con maestría en todos y cada uno de los elementos que engrandecen una historia sin perder resuello en ninguno de ellos. Más bien al contrario: en La prima Phillis todo reluce, no sobra ni falta nada, y su inteligencia emocional a la hora de dar forma y hacer evolucionar a los distintos personajes es simplemente formidable.

Quien conozca un poco la obra de Gaskell reconocerá sin problemas un tema en el que se sentía cómoda y al que aludía siempre que le era posible: la vida rural, sencilla, apegada a la tierra y la espiritualidad, que comenzaba a tambalearse y a resquebrajarse ante la maquinaria devastadora y atronadora de la tecnología y la Revolución Industrial. Mientras que en Norte y sur vivíamos la historia desde la perspectiva de una joven del sur rural obligada a vivir en el norte industrial, en Las crónicas de Cranford nos trasladó a esa Inglaterra rural que comenzaba a enfrentarse, precisamente, y no es casualidad, a la llegada del ferrocarril. Como veis, aunque en las grandes ciudades comenzaban a proliferar las fábricas, la contaminación, etc... en el campo los pasos eran más pequeños, y el ferrocarril fue su prueba de fuego, ese primer gigante moderno al que vieron dar grandes zancadas atravesando sus límpidos campos y poniendo su mundo patas arriba.

En La prima Phillis, la construcción del ferrocarril por sí misma no forma parte de la historia salvo por dos cosas: por un lado la autora la usa con el fin de dar dar una excusa a distintos personajes para entrar y salir de la granja de los Holman y motivar todos los sucesos que conforman la trama de la novela; por el otro, marca la diferencia de caracteres y formas de pensar entre los personajes que han visto mundo y tienen vidas cosmopolitas y los que viven entregados a la tierra, la familia, los animales y la religión... porque al fin y al cabo estas diferencias lo son todo en los acontecimientos que se narran en la historia.

Y es que si os tuviese que decir un solo tema central de la historia, no podría, porque a pesar de las pocas páginas la autora pisa con terreno firme en varias materias. Además del aprendizaje al que somete a los dos personajes más jóvenes de la historia (distintas lecciones y distintas experiencias para cada uno de ellos con distintas consecuencias), Gaskell otorga una importancia predominante a la vida en la granja, a sus rutinas, sus tiempos, a la comunión espiritual que existe entre la tierra y los hombres que viven de ella y la trabajan, al concierto y paz que les transmite, que se traduce en una honestidad, sencillez y pureza de carácter que, tal y como se demuestra a lo largo de la historia, les impide estar convenientemente preparados para esa modernidad que empezaba a colarse por las ventanas confiadas y abiertas de par en par. Los Holman son buena gente, y las personas que acogen también lo son, pero las buenas intenciones no siempre son suficientes para evitarle el daño y el dolor a quienes jamás lo han sufrido y no saben cómo enfrentarse a ellos.

La parte religiosa tiene su importancia solo en la medida en que Ebenezer Holman es pastor y por tanto forma parte integral de su vida y la de su familia. de hecho Gaskell aporta el contrapunto con los personajes que llegan de la ciudad pues, aunque respetuosos con todo lo que tenga que ver con los ritos diarios observados por la familia Holman, ellos no son especialmente religiosos ni están especialmente interesados en el tema. Todos son respetuosos con todos, sin más. Gaskell no adoctrina ni mucho menos con esta novela, y ni siquiera hace uso de la misma vertiente protestante que profesaba su propia familia (ella estaba casada con un pastor unitario). Que el tema religioso no os impida acercaros a esta historia.

Lo que he contado quizás dé pie a creer que están claros los caminos por los que transcurre la historia, pero lo cierto es que callo más de lo que cuento. La novela es corta y solo me atrevo a hablar del fondo, pero no de cómo se transita por él. La sinopsis, afortunadamente, tampoco da mayores pistas, así que no os queda más remedio que leer la novela para saber en qué se traduce el choque entre estos dos mundos. Si no os apetece adentraros en obras extensas de esta autora, La casa del páramo o esta que hoy os traigo son unas excelentes novelas cortas como opción. Y si me obligais a elegir entre una de las dos, os recomiendo sin duda esta, La prima Phillis: un excelente ejemplo de que no hacen falta cientos de páginas para emocionar al lector y obsequiarle con una formidable historia y unos personajes inolvidables.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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