- ¿Qué quieres de mi? - preguntó en un susurro. - Poca cosa. Solo que reconozcas que mis manos y mis labios son capaces de llevarte al delirio - afirmó Martín, encogiéndose de hombros-. Que aceptes que soy tan importante para ti como el aire que respiras, como el sol de la mañana o como el agua del río. |