Será larga la noche

En términos generales esta novela me dejó fría.
Al principio, los capítulos tienen ese enganche propio de las novelas policiacas, pero con el pasar de las páginas nos adentramos a la novela negra.
Si mi problema no es otro que el desarrollo de personajes y cómo se resuelve el conflicto, más concretamente el personaje de la periodista y cómo ese personaje fue llevándonos hacia esa resolución tan rápida y fácil.
Y esto es una apreciación personal pero no suelen gustarme las novelas en donde todo el peso de la historia caiga en un periodista y mucho menos cuando hay policías dentro de la misma historia, que son mucho más capaces de resolver el conflicto. Siento que el personaje del periodista le quita mucho juego al personaje del policía o investigador, y por mucho que un autor quiera involucrarlos, al final su proceder será más tibio que el periodista. Y es que me ha tocado leer varios libros con ese tipo de personajes y las novelas no suelen terminar gustándome.
El personaje de Julieta me pareció muy cargante y repetitivo. Se le dio más protagonismo a ella incluso que a el caso que se investigaba, incluso al mismo fiscal, un personaje que tenía mucho que contar (a pesar de que en varias escena repite lo mismo y lo mismo) como también a la secretaria de la periodista. Incluso los ayudantes del fiscal tenía más que decir que la propia Julieta.
Algo parecido ocurre con la resolución de la historia. Todo iba sobre ruedas hasta ese giro inesperado, donde, literalmente, no ocurre nada. Todo se resuelve con el poder del dialogo y un par de párrafos aclaratorios.
Es mi primer contacto con el autor y la verdad su estilo narrativo y su manera de contar la historia me gustan, los temas que me parecieron interesantes ya que muy pocas veces se suele ver en las librerías o son de tema en la actualidad. Pero, a mí, personalmente, que estoy acostumbrada a leer novelas policiacas y novela negra, al final fue un licuado de ambas que no me terminó de cuajar.

Mantiene la intriga policiaca desde las primeras páginas hasta las últimas, sobre un fondo que lentamente se va aclarando: el poder alcanzado por pastores de iglesias protestantes en Latinoamérica, que se nutren de la pobreza, ignorancia y problemas emocionales de las personas, susceptibles de ser manipuladas por estos personajes que aprovechan su oratoria, carisma y riqueza acumulada para ejercer influencia en los creyentes, hacer alianzas con políticos regionales o nacionales y manipular las leyes o la justicia. Problemática evidente en países como Brasil donde el voto protestante o evangélico se ha vuelto decisivo. Es también conmovedora la historia del niño indígena