Algo entre los dos, unas raíces doradas e inexplicables, crecían y se estiraban mientras aprendimos a confesarnos secretos sin voz.
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Algo entre los dos, unas raíces doradas e inexplicables, crecían y se estiraban mientras aprendimos a confesarnos secretos sin voz.
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Moriría por un solo segundo a tu lado antes que vivir toda una vida con tu ausencia.
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Munca me he negado la felicidad, ni siquiera la dicha pasajera más superficial, incluso si esa dicha se siente como balancearse en un columpio sobre el fin del mundo: intensa, incomprensible y fugaz; unos segundos de ingravidez antes de volver a tierra firme.
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Independientemente del punto del camino hacia la muerte en el que te encuentres, independientemente de lo cerca que estés, lo importante es que ahora estás viva.
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A veces el dolor es el precio que pagamos por amar con todo el corazón.
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Contigo me siento como si estuviera siempre sobre el fin del mundo. Nada, absolutamente nada, me ha dado tanto miedo como me lo da perderte.
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Tras todo aquello y antes de todo lo que conquistamos y todo lo que conquistaremos, existe un fragmento brillante escondido entre todos esos recuerdos pasados y futuros. Es un fragmento dorado, como el color de sus ojos, como sus palabras.
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Puede que nos hiciéramos amigos semanas después, o tal vez fueran meses; entre pequeños fragmentos que eran casi como secretos, retos silenciosos, pedazos del otro que íbamos descubriendo en silencio.
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Querido amigo, compañero, todavia recuerdo nuestro primer abrazo; el calor, la seguridad y la dulzura de tus manos. Compartimos mil de ellos después, dos mil. Habrían sido infini- tos; quizá aún lo sean, tal vez en algún lugar podamos recuperar todos los que perdimos.
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Helena olía a rayos de sol, y eso era curioso porque de pronto me di cuenta de que aquella vez era la primera que la veía de día.
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¿En quién se inspiró Bram Stoker para crear su personaje?