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Crítica de Carampangue


Carampangue
03 November 2019

Neil Gaiman es maravilloso, incluso cuando no lo es.


El autor de joyas como Sandman, o novelas magníficas como American Gods o Buenos presagios (a dúo con Terry Pratchett) es sumamente prolífico, y naturalmente no toda su producción es del mismo nivel. Pero si algo tiene Gaiman es oficio, muchísimo oficio, y es capaz de contarte la misma historia todas las veces que quiera, y siempre la sentirás diferente.


Y con eso de "la misma historia" me refiero a que Gaiman mantiene unas pocas ideas, tenazmente, en gran parte de sus obras: la idea de que estamos todos construidos a partir de historias, y que nuestro mundo es también una historia, o muchas, que siguen contándose y reescribiéndose en nuestras vidas.


Y, desde ahí, los dioses: todos los dioses que hemos adorado existieron, y existen aún. Porque son la expresión de nuestros deseos, de nuestro amor y nuestras esperanzas. Cuando pierden a todos sus adoradores, como los dioses antiguos, van sobreviviendo como mejor pueden: en Sandman vemos a Astarté bailando en un local de topless, y en American Gods vemos a Odín como un estafador de poca monta. Aquí contamos la historia de la familia de Anansi, un fascinante dios africano, el de los engaños.


Anansi es una divinidad que muchos pueblos africanos adoraron, identificándolo con las arañas, y es el engañador: a veces se muestra simpático y travieso, y a veces agresivo y hasta cruel. Y esta novela se centrará en Gordo Charlie, el hijo de Anansi. Se trata de un hombre que es más objeto de burlas que bromista: un tipo que tiene un trabajo tan humorístico como el de contador, que tiene un noviazgo aburrido y una suegra que lo odia, no sabe cantar en público (aunque canta muy bien) y, además, tiene los peores recuerdos de su padre.


Sin embargo, en el funeral de su padre (un dios como Anansi de vez en cuando elige morirse una temporadita, sí), Gordo Charlie descubre la verdadera identidad de su progenitor... y la existencia de un hermano suyo que desconocía. Ese hermano tiene algunos de los poderes de su padre, y es un tipo extrovertido, carismático, conquistador, engañador. Como su padre, a quien Charlie detesta.


Este hermano (que se llama simplemente Araña) se irá a vivir una temporadita a la casa de Gordo Charlie, desestabilizándole la vida, el noviazgo y su fuente de empleo. En su afán por sacarse al incómodo visitante de encima, Gordo Charlie irá aprendiendo cosas: Anansi es el dueño de todas las historias, y de las canciones, y se las ganó al Tigre: cuando las historias eran del Tigre eran todas de miedo y violencia, y cuando fueron de la Araña fueron de ingenio y diversión, y eso creó otro mundo. Sabrá que los pájaros son los enemigos naturales de las arañas, y que lo son por una vieja jugarreta que Anansi le hizo a la diosa de las aves.


Se verá involucrado en líos cada vez mayores, en su trabajo, en su relación amorosa, y también con los viejos dioses. Y, aunque lo deteste, quizá deba recurrir a su parte divina para solucionarlo.


Una novela ágil, divertida, estupendamente armada y documentada. Una novela que quizá recurre en demasía a la fórmula Gaiman. El mismo humor absurdo, los dioses, los cuentos. Personajes torpes y patosos que sabemos desde el primer capítulo que terminarán encontrando su lugar en el mundo. Un poquito predecible... pero Neil Gaiman es maravilloso incluso cuando no lo es.
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