El coronel no tiene quien le escriba

Una de mis grandes lagunas literarias se centra en la literatura iberoamericana. Aunque he leído algún que otro libro, siempre he tenido una cierta prevención frente a ella, que ha hecho que me oriente hacia las obras de otros países.
Después de esta confesión, tengo que agradecer al reto de Babelio de la vuelta al mundo la lectura de El coronel no tiene quién le escriba.
Probablemente muchos lo habréis leído en vuestra juventud, en el Instituto o en la Universidad. Si pertenecéis a este grupo os animo a releerlo. El argumento de la obra es sencillo: un coronel de edad respetable (75 años), que malvive junto a su esposa y un gallo de pelea en una pobre casa, pasa sus días esperando una carta que le notifique que le ha sido concedida la pensión que le corresponde para vivir.
Lo primero que me ha llamado la atención de la obra ha sido su capacidad de síntesis. En tan solo 102 páginas, Gabriel García Márquez consigue trazar con fuerza la personalidad de todos los personajes de la obra a través de un lenguaje extremadamente cuidado. En el caso de coronel es llamativo la utilización continua de términos que contienen la r, un sonido que se ajusta a la perfección con el carácter luchador del protagonista. El coronel además tiene un alter ego en la obra: el gallo de pelea. Éste era propiedad de Agustín, su hijo muerto. El coronel recibe este gallo como una herencia de su hijo, de su pervivencia en el tiempo.
El gallo, en esta obra en la que los protagonistas pasan hambre de verdad, representa la esperanza. La esperanza de poder salir de pobres si se vende por un precio justo. Pero también es el coraje, la fidelidad a la familia y el honor. Así, el animal supone un elemento de discusión entre el coronel y su esposa, que languidece enferma de asma y lucha por poner algo de comida en la mesa cada día. La esposa quiere vender el gallo, quiere sobrevivir a cualquier precio. Pero para el coronel es imposible sobrevivir sin dignidad.
Gabriel García Márquez afirma que esta es su obra favorita, y defiende que escribió Cien años de soledad para que el gran público leyera esta novela.
Después de haberla leído y de haber reflexionado sobre su estructura redonda y su magnífico lenguaje no puedo menos que suscribir la opinión del autor y animar a la lectura de esta pequeña gran novela.