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Crítica de mifuga


mifuga
01 March 2021
Veronique Delphine Delamare, casada con un médico viudo y con una impresionante colección de amantes, acaparó la atención de la prensa en 1848, cuando optó por quitarse la vida, dejando huérfana a una niña de seis años, incapaz de lidiar con un abismo de deudas y pasiones que se le hicieron bola. Conocedor del caso, en septiembre de 1851, Gustave Flaubert se dispone a iniciar la redacción de la obra que finalizará cincuenta y seis meses más tarde, publicándose por facsímiles en la revista La Revue de París a lo largo del año 1856, y editada como una obra completa en 1857, convirtiéndose en el manifiesto del Realismo. 

Emma, criada entre las páginas de las novelas románticas, está llena de ilusiones sobre el matrimonio y la existencia, que imagina colmada de aventuras y pasiones. Se casa con Charles, médico viudo que se habí enamorado de ella, precisamente, a primera vista. Y, aunque se trata de un marido fiel y respetuoso, también es un hombre que carece de carácter y ambición, hasta exasperar a su esposa y al lector. Mientras, El farmacéutico del pueblo, el señor Homier, alimenta las ambiciones de Emma para sacar provecho de su relación con el doctor Bovary, al que su mujer obliga a asumir riesgos a cambio de fama, mientras compra de forma compulsiva al señor Lheureux, ahogándose en un océanos de deudas. 

Pero todo ello no es más que una manera de llenar un vacío que la devora y que la llevará a embarcarse en aventuras sentimentales con donjuanes de poca monta, incapaces de ayudarla o de amarla como merece. Todas estas decepciones, que hacen que Emma enferme y pierda las ganas de vivir, terminan cuando recibe una orden de embargo y desalojo, y no encuentra apoyo ni en Léon ni en Rodolphe, con quienes creís haber compartido ilusiones. Flaubert se documenta para un final sin precedentes hasta el momento, en el que el lector se mimetiza con una Emma sufriente, mística, hastiada y deseosa de terminar. Mientras los hombres que la rodean continúan tejiendo la tela de araña de la que es imposible escapar.

Quizá fuera Veronique la primera víctima del bovarismo, término acuñado por el filósofo francés Jules de Gaultier en 1892, basándose en la novela de Flaubert y, en concreto, en su protagonista, a la que percibe en un estado de insatisfacción crónica, por el que niega o rechaza la realidad. Pero Emma no niega el mundo que la rodea, lo detesta profundamente, e intenta refugiarse en el amor, que cree sincero, fugarse, empezar de nuevo... Solo necesita que la dejen irse. Aunque sea sin permiso. Aunque no sepa a dónde va.
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