Un mal nombre

No voy a extenderme mucho con Un mal nombre porque me gustaría acabar toda la saga para tener una opinión completa de toda la tetralogía en su conjunto. En general, me ha gustado mucho más que el primer libro, La amiga estupenda.

Un mal nombre me enganchó desde la primera página. Las vidas de Lila y Lenù se complican según van adentrándose más en la edad adulta. Sabemos por el primer libro que la relación entre estas dos amigas es algo complicada y sigue manteniéndose igual en la segunda novela. La envidia, las continuas comparaciones entre ellas, las conveniencias y el rumbo que va tomando cada una de sus vidas hacen que la amistad entre Lila y Lenù se convierta en un autentico “tira y afloja”. Sigo pensando que la palabra amistad para la relación que tienen sigue brillando por su ausencia. Más bien se caracteriza por cierta toxicidad, aunque queda claro que hay un hilo invisible - llámalo también dependencia emocional-, que hace que inconscientemente se busquen la una a la otra y que, por ello, sus vidas sigan cruzándose, incluso cuando hay distancia de por medio.

Personalmente esta segunda parte me ha encantado. El desarrollo de la historia me tenía totalmente enganchada a la novela ya que no dejan de ocurrir cosas a nivel culebrón televisivo. Además, estaba tan metida en la historia que a veces hasta me cabreaba por la forma de actuar de las dos chicas. En cuanto a la prosa de Elena Ferrante, sigue siendo una auténtica maravilla. Una escritura dominante y absorbente, que te traslada de lleno a la vida de barrio: la vida en las calles, las disputas familiares y entre vecinos, los comercios, la buena y la mala vida, etc. Todo ello descrito sutilmente desde un ojo crítico, plasmando así ciertas costumbres, comportamientos y roles arraigados a una sociedad marcada por un espíritu más bien conservador. Sin duda, me ha dejado con muchas ganas de continuar con la saga.