Las deudas del cuerpo

Con esta tercera entrega, Elena Ferrante lleva a sus dos protagonistas, Lenú y Lina, a una nueva fase de sus biografías, marcada por la madurez en la que ha entrado la trayectoria vital y personal de aquellas dos niñas que conocimos en “La Amiga Estupenda”, siguiendo las sendas que descubrieron y decidieron en “Un Mal Nombre” y que parecía alejarlas la una de la otra. Y digo que solo parecía, porque la relación entre los dos, con todas sus complejidades, pulsos, celos y admiración, es lo que da vida a esta historia que hace vibrar y sufrir al lector de forma casi plástica.

Lo primero que he de reconocer es que lo que sentido con este libro desde sus primeras lineas ha sido una enorme sensación de agobio y densidad. Las novelas de Ferrante nunca han sido sencillas de leer, por lo que cuentan y por como lo cuenta, y a medida que ha ido avanzando esta saga ese sentimiento ha ido a más, a la par que la trama y la vida de las protagonistas se ha ido complicando. Otra cosa que también ha contribuido a esta sensación es que de todo lo que llevamos de saga, esta entrega es la que mayor carga política contiene. Todo lo que se había insinuado en los dos libros anteriores en este cuaja y explota, hasta representar los diferentes problemas que se dieron en la Italia de la época (al igual que en el resto de Europa) entre el movimiento obrero y aquellos que controlaban los medios y el dinero, luchas que marcan los tempos de esta novela y en la que nuestras dos protagonistas, de una u otra forma, se ven fuertemente invilucradas. Y tengo que reconocer que creo que este ha sido uno de los motivos por los que este libro ha sido de los tres que llevo de esta saga el que menos me ha gustado, sin que llegue a desagradarme. toda esta problemática, tan importante dentro de la historia, y que Ferrante sabe llevar con gran soltura, ha habido momentos que se me ha hecho muy pesada de leer.

No obstante esto no es lo que más me ha desagradado de todo el libro. Sin duda alguna para mí lo peor ha sido la evolución del personaje de Elena Greco. No voy a decir que sea una chica que me guste sobremanera, ni tampoco uno de mis personajes favoritos ni en esta saga ni en todos los libros que leído antes. Pero en los libros anteriores había algo en ella con lo que podía conectar, momentos en los que podía entenderla y meterme en su piel. Pero en “las Deudas del Cuerpo” esto me ha sido totalmente imposible. Me ha parecido que su evolución ha sido caótica, muy aleatoria. Y es que podemos ver que Elena ha conseguido todo lo que llevaba buscando desde que era una niña, reconocimiento por su trabajo y salir del barrio. Se ha casado con el hijo de una familia burguesa de gran prestigio social con el que tiene dos hijas, y parece que todo le va viento en popa. Pero solo lo parece. Hay que reconocer que una de las grandes virtudes de Elena Ferrante como narradora es la manera en la que representa el mundo femenino. Encerrada en un matrimonio aburrido, y sintiéndose vacía y sin inspiración tras el éxito inicial de su novela, Elena verá como el trabajo de escritora y la maternidad no son lo que ella pensaba, ni tan bonitos como los pintaban. Tendemos a idolatrar estas dos cuestiones, pero aqui se nos deja claro que no son un camino de rosas, que ser madre no es facil, y que el trabajo de escritor no es solo dedicarse a escribir lo que a uno le apetece, entran en juego muchos factores como los plazos de entrega, la inspiración o la propia calidad del borrador.

Enfrentado a todo esto Elena se sentirá muy desgraciada con su vida, y a lo largo de las páginas de la novela no dejara de quejarse de lo que supone su matrimonio y todos los problemas que este con lleva. Esas partes se me han hecho a mí personalmente muy pesadas y había momentos en que me daban ganas de tirar de los pelos al nuestra querida Lenú (Aunque como ya he señalado en alguna reseña de los libros anteriores, otra de las virtudes de Ferrante es lo humanas que son sus protagonistas, ya que a veces sientes ganas de pegarlas y otras sientes ganas de dar las abrazos y besos), convertida ahora en una mujer muchas veces amargada y egoista. Y en medio de este mar vuelve a aparecer el odioso Nino Sarratore para poner su vida más patas arriba. Era inevitable que lo que sucede entre estos dos pasara, Elena desde su niñez ha estado ¿como decirlo? obsesionada con Nino, el amor de su niñez, que aparece en el momento más oportuno. Pero aún así me ha molestado como han acabado las cosas, porque odio a este hombre con todo mi ser, para que mentir. Además que el marido de Elena, Pietro, por más débil que sea, me parece junto a Alfonso el único personaje masculino salvable en una historia en la que las mujeres llevan la voz cantante y el protagonismo. Por cierto, todo lo relacionado con Alfonso, que se veía venir desde el libro anterior, me ha parecido muy interesante.

Una de las cosas que más me ha chocado, especialmente tras el segundo libro, es lo desdibujada que he notado al personaje de Lila. Aunque su sombra siempre está presente en la vida de Lenú, no sabemos mucho de lo que pasa en su existencia mientras Elena se enfrenta a sus problemas familiares y personales, su relación con Lila es telefónica en su mayor parte, separándose (que nunca alejandose) la vida de de las dos amigas.

Quizás por esta distancia y por lo mal que me ha caído Elena en este libro, he sentido más empatía por por lila en este volumen que los dos anteriores. Tras abandonar a su marido e irse con Ennzo y su hijo, Lila empieza a trabajar en una fabrica de embutidos. Lo que vive en ese mundo (acoso sexual, trabajo a destajo por poco salario, condiciones laborales infrahumanas) y el azuzamiento de su antiguo pretendiente Pascale, pondrán a Lila en primera fila del movimiento obrero y de un momento convulso de su epoca, al unirse al sindicato y convertirse en la portavoz de sus compañeros ante su jefe y la encargada de tomar nota de todos los problemas e injusticias que se dan en la fabrica. de ahí que acabe estando involucrada en las revueltas que tendrán como Marco de fondo esta fábrica. Tras esta aventura su relación con el mundo obrero se intensifica, incluso cuando logra mejorar su posición laboral al encontrar un nuevo trabajo mejor remunerada como programadora de ordenadores bajo el amparo de Michelle Solara, personaje perturbador cuya sombra dirige y controla ahora los destinos de los habitantes del barrio.

Aunque creo que no va a ser mi novela favorita de la saga dos amigas, este libro me ha parecido igual de fascinante que los dos anteriores, y me ha enganchado tanto como ellos. Ferrante nos lleva a una época concreta con todas sus luces y sus sombras y todos los problemas que en ella había, creando un fresco muy nítido y exacto de la Italia de los años te posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Y además nos demuestra como era una época de cambios, como las mentalidades van evolucionando. Lenú puede haber abandonado fisicamente el barrio en el que se crio, pero el barrio nunca la abandonara a ella, y así lo atestigua toda la novela, donde su influencia junto a la de Lina son factores esenciales de todo lo que hace y siente. Incluso desde la lejanía, las vivencias de muchos de sus antiguos vecinos y amigos siguen marcando su propia vida, y llegan hasta ella con gran fuerza, que la marcan a ella y al lector. Esta saga no deja de ser un canto a la ciudad de Nápoles, a sus vibraciones, a su dinamismo, a su feismo y su belleza, a su historia llena de claroscuros, a toda la vida que va forjándose entre sus muros.

Pero además este libro es algo más profundo, es la historia de dos mujeres enfrentadas a la vida y que lucha por encontrarse ellas mismas, con su amistad como hilo conductor y principal motor para lo bueno y lo malo. Lenú y Lila sin mujeres de carne y hueso, con sus luces y sombras, cuyas vidas e historias van desmigándose a lo largo de esta novela junto a otras cuestiones como el papel de la mujer, la lucha de clases, la sexualidad, la política, el amor y el deseo, el pasado y la evolución de la sociedad.