La vuelta al hogar familiar de Gabriela tras su ruptura con Julia no es como la que una cabría esperar. En un momento de desamor y duelo, la casa de su infancia significa de todo menos esa idea acogedora de “nido materno”, de ese lugar en el que cobijarse en busca de consuelo. Y es que “La Tumbona”, como llama la narradora a su madre porque “tumba, tira, demuele, te come el espacio”, sigue siendo esa mujer a la que detesta y teme a partes iguales. Nada ha cambiado desde que abandonara esa casa en la que se decretó que "papá es una mala palabra [...] un conjuro que no hay que nombrar" y los hermanos orbitan alrededor de la madre. “Si las cosas fuesen como son” ha llegado recientemente a las librerías de nuestro país gracias a @hyoeditores siguiendo un género de novelas que personalmente me gusta mucho en el que se disecciona el vínculo madre-hija. Pero en esta ocasión la autora se aleja un poco de esa estela de “madres tiranas”, creando una criatura a la que describe desde el horror y la rabia. La Tumbona es descrita como una madre voraz que camina de forma sonora y alarmante: “Mi madre máquina no pide permiso. No usa explicaciones. Esa basura orbita. En una danza espacial, bailan restos de cohetes y satélites, cuerpos muertos de metal, eternamente flotando en la nada”. Así, narrada con sencillez y agilidad, en apenas noventa páginas se crea un ambiente tremendamente asfixiante. Su estructura fragmentaria sigue a la protagonista en sus momentos de soledad, pero también en la reconstrucción de la historia de sus antepasados, en la violencia que acompañó a sus ancestros judíos desde Polonia y que unen el pasado y presente familiar. Sin duda, pese a su brevedad, esta es una novela que te atrapa, que te instala en el sillón que ya tiene esa forma de los cuerpos de la madre y los hijos, que te arrastra, pero repleta de poesía y sutileza. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. + Leer más |