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Crítica de Guille63


Guille63
09 May 2023
Empezaré por el tirón de orejas a la editorial: dadas las pocas páginas de esta novela y de «El hombre joven», escrita veinte años después y que, supongo, tratan del mismo hombre, bien podrían haber publicado un volumen conjunto que nos evitara la sensación de estafa.

“Estaba en ambos sentidos de la palabra ocupada”

No obstante, quiero dejar claro que no me quejo de la brevedad del relato. Pese a su limitada extensión, la novela abarca todo lo que concierne al caso, y la prolongación, quizás, no hubiera sido otra cosa que repetir o remarcar innecesariamente lo ya bien dicho. Bien es cierto que tampoco hubiera hecho ascos a unas cuantas páginas más en las que seguir deleitándome con la descripción de su dolor y de las reflexiones a la que ese dolor la lleva, tal es el morbo que me provoca su impudor.

“He querido escribir como si tuviera que estar ausente cuando se publicara el texto. Escribir como si tuviera que morir y ya no hubiera jueces. Aunque sea una ilusión, quizá, creer que el advenimiento de la verdad dependa solo de la muerte”

No es esta, la primera frase de la novela, la única con la que Ernaux intenta justificar su llamativo striptease sentimental, algo que con la autora viene siendo ya un lugar común. Quizás también a ella le produzca cierto morbo abrirse de esta forma, reconocer tan crudamente los enfermizos celos que en ella surgieron al enterarse de que su examante, bastante más joven que ella y al que ella misma dejó, salía con otra mujer, una mujer, para más inri, también bastante mayor que él.

“Lo más extraordinario de los celos es que se puebla una ciudad, el mundo, con un ser al que no se conoce de nada.”

He leído por ahí que esta novela es como un hijo menor de «Pura pasión». No estoy de acuerdo. Aquí no hay pasión ni amor que valga, aquí se trata de otro tema, otro tema mayor: la posesión, el sufrimiento que supone dejar de poseer aquello que se considera propio casi por derecho natural.

“A veces vislumbraba que, si me hubiera dicho bruscamente «la dejo y vuelvo contigo», una vez pasado el primer minuto de felicidad absoluta…me habría preguntado por qué había querido conseguir aquello.”

De hecho, ese sufrimiento es, en cierta manera, tan ajeno a la persona que lo provoca que se tiene la sensación de que en cualquier momento se podría terminar con él mediante un simple acto de voluntad.

“En ciertos momentos, cada vez más frecuentes, creía fugazmente que podría terminar con esa ocupación, romper el maleficio tan fácilmente como pasar de una habitación a otra…”

Siendo todo esto ya ciertamente perturbador, todavía falta la guinda del pastel: inseparable del dolor que ella sentía había una fuerza, cierta voluptuosidad por ese tormento. Tanto es así, que prefería vivir aquello a otros “momentos tranquilos y fructíferos” de su vida, su dolor “hacía que el mundo adquiriera un sentido”.

“Esa mujer me llenaba la cabeza, el pecho y el vientre, me acompañaba a todas partes, dictaba mis emociones. al mismo tiempo, aquella presencia ininterrumpida me llevaba a vivir intensamente. Me provocaba sacudidas internas que nunca antes había conocido, desplegaba en mí una energía, una inventiva de la que jamás me habría creído capaz, me mantenía en una actividad febril y constante.”


P.S. No quiero terminar mi comentario sin hacer mención de un párrafo que muestra lo mucho que ha cambiado en estos últimos años la percepción que se tiene de la violencia pasional. Estoy seguro de que hoy en día se hubiera llevado más de una crítica por ello.

“Entendía por fin la benevolencia de los tribunales para con los llamados crímenes pasionales, su reticencia a aplicar la ley que exige que se castigue a un asesino, una ley fruto de la razón y de la necesidad de vivir en sociedad pero que choca con otra, visceral: querer suprimir a aquel o aquella que haya invadido el cuerpo y la mente de uno.”
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