Vació todos los libros de una de las estanterías del salón, la tumbó de costado y atornilló las ruedecillas, una en cada esquina. En la parte frontal colocó un zócalo para ocultar el dispositivo y luego colocó la estantería delante de la puerta de la habitación secreta. Acto seguido atornilló la estantería a la puerta y trató de abrir. La puerta se deslizó sin ruido sobre las ruedas, todo funcionaba a la perfección. Instaló el pestillo, cerró la puerta y colocó una pantalla para disimular el sencillo mecanismo de apertura. Dispuso de nuevo todos los libros en su lugar y fue a por un delgado colchón de una de las camas del dormitorio. Al anochecer, llevó al chaval dormido a lo que a partir de entonces sería su nueva casa. |