La curiosidad es vital. Es lo que nos permite arriesgar. Cuando nos vence el miedo, vivimos en el pasado o en el futuro. Cuando tenemos curiosidad estamos en el presente, ansiado descubrir qué pasará a continuación. Es mejor arriesgarse y crecer — y tal vez caer — que seguir presos, sin saber jamás lo que podría haber sido.
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