El conde de Montecristo

Tochamen importante, no tenía la más mínima intención de embarcar-me en una lectura así en un futuro próximo (o lejano) pero, surgió una Lectura Conjunta y me lié.
Empecé que me costaba llegar a meta y terminé llegando al final antes de tiempo. Este fue el nivel.
Sabía que el señor protagonista se llamaba Edmond Dantés y que esta, era la historia de su venganza. También, me venía a la cabeza una imagen de Gerard Depardieu en su despacho recibiendo a Ornella Mutti que llevaba un vestido morado y velo. Nada más.
Durante el mes y medio que me he pasado con El conde, no ha habido ningún día que me haya pasado horas leyendo, siempre he ido a ratos pero, siempre con ganas de volver. Ganas que iban en aumento a medida que avanzaba y me acercaba al final - con demasiado azúcar para mi y que no ha terminado de convencerme-. Pero, el resto, jolín con Dantés, el hombre no para nunca, lo puede todo, a veces, parece que hasta la omnipresencia. Es un estilo que o bien te lo crees y entras o no funciona y a mi me ha parecido todo de lo más normal del mundo y he ido siguiendo la historia pasando páginas, sorprendiéndome y disfrutándolo feliz de la vida. En mi edición, he llegado a pasar 1112 páginas y no se me ha hecho largo, ni pesado en ningún momento.
En libros tan largos, no puedo evitar pensar: ¿Cómo se lo va hacer este hombre (el autor) para llenar tanto papel? Alejandro Dumas lo hace y en algunos momentos llega a la excelencia. Es un libro en el que siempre pasan cosas, que siempre va para adelante y no deja lugar para el aburrimiento.
Me ha gustado el viaje del protagonista e imaginarme Marsella y Roma en el S.XIX, me ha gustado como retrata a las mujeres, me ha gustado como Alejandro Dumas se comunica con el lector y me ha gustado, especialmente, una filigrana que se inventa para explicar lo qué hacían diferentes personajes en el mismo momento. Estos capítulos me dejaron alucinada y con ganas de aplaudir muy fuerte.
No me esperaba, en absoluto, terminar el año recomendando El conde de Montecristo, convertida en fanática de Alejandro Dumas y pensando en robarle Los tres mosqueteros a mi padre pero, claramente, la vida te da sorpresas.