La oscuridad que nos separa

La holandesa René Dorrestein nos ofrece una novela ambientada en gran medida en Ámsterdam, ciudad que no suele ser el escenario habitual de mis lecturas. Tanto este hecho como la propia temática la hacen diferente a las novelas más convencionales.

La novela está dividida en tres partes (seis, doce y dieciocho). La primera de ellas está narrada por un niño o una niña de una edad en torno a los seis años, pero en ningún momento sabemos exactamente quién es el narrador. La segunda de ellas (doce) está contada por la propia Lucy, protagonista de la novela, cuando tenía doce años. Por último, en la tercera parte Lucy da un salto en el tiempo y nos narra el discurrir de los hechos cuando tiene dieciocho años. Asimismo, la novela se divide en capítulos presididos por una letra del alfabeto, la cual se acompaña de una palabra que la incluye y que nos introduce en algún aspecto que se va a abordar en el capítulo.

En cuanto al género, se trata de un thriller psicológico que nos adentra, bajo un halo de misterio, en lo más profundo de la mente de sus personajes. En ella la autora indaga en sus pasados y en los porqués de cada actuación; sin embargo, en muchas ocasiones no he llegado a comprender realmente cuáles fueron los motivos que movieron a los personajes. Además, no creo que la novela tenga el ritmo que suele caracterizar a los thrillers psicológicos, más bien diría que se trata de un suspense con un ritmo bastante lento.

Como suele suceder en la mayoría de las novelas narradas por niños, la temática es bastante dura. En ella se tratan, entre otros: la culpabilidad, el miedo, el acoso escolar, el maltrato, la sexualidad y la muerte.

No sé muy bien cómo expresar mis impresiones sobre esta novela ni a quién recomendársela, pues me ha dejado un tanto fría. Sí que es cierto que en muchos momentos me ha enganchado, pero no he sentido el ritmo que esperaba ni ha tenido un desenlace, en mi opinión, sublime.