El cuento número trece

¿Y mis sentimientos? Vergüenza, pues había mentido. Naturalmente que amaba los libros más que a las personas. Naturalmente que Jane Eyre tenía más valor para mí que el desconocido que ponía en marcha la palanca.

Todos tenemos nuestras aflicciones, y si bien el perfil, el peso y el tamaño del dolor son diferentes para cada persona, el color del dolor es el mismo para todos.

Todo el mundo tiene una historia. Es como la familia. Quizás no la conozca, quizás la haya perdido, pero no puede decir que no tiene. Lo mismo sucede con las historias.

Eran dos seres mutilados, mas no les faltaba un miembro, sino el alma.

Tú estás viva; pero estar viva no es lo mismo que vivir.

Cuando no somos nada, inventamos. Llenamos un vacío.

Nos acostumbramos tanto a nuestros propios horrores que olvidamos el efecto que pueden tener en otras personas.

Yo leo novelas antiguas. La razón es simple: prefiero un desenlace como es debido.

Cuando no somos nada, inventamos. Llenamos un vacío.

La gente desaparece cuando muere. La voz, la risa, el calor de su aliento, la carne y finalmente los huesos. Todo recuerdo vivo de ella termina. Es algo terrible y natural al mismo tiempo, Sin embargo, hay individuos que se salvan de esa aniquilación, pues siguen existiendo en los libros que escribieron.