El tema de las geishas y la prostitución surgió tan pronto como las mujeres empezaron a desarrollar la profesión. A pesar de que, técnicamente, las geishas no eran prostitutas, la realidad jamás ha sido completamente determinada por los mandatos oficiales. Un epigrama que hace referencia a una geisha de una zona de dudosa reputación dice: «En primer lugar se orece, en segundo lugar ¿cómo es su voz?». Pero el entretenimiento que ofrecían las geishas no solía implicar necesariamente sexo, y las geishas no poseían conocimientos sobre las «cuarenta y ocho posturas» como parte de su repertorio de habilidades.