Cortegoso demuestra capacidad para desarrollar diálogos y definir personajes, dos escenas paralelas que entran en contradicción con el espíritu de la raclette, que es el de la unión de sus comensales. Todos los personajes están distanciados entre sí, a pesar de la raclette, y muestran sus rasgos personales, que les diferencian de los demás personajes, que les caracterizan por medio de un lenguaje en ocasiones descarnado, siempre directo, sin eufemismos, que refleja deseos y frustraciones, anhelos y temores. Dos parejas disímiles, distanciadas de diferente manera, sacudidas por conflictos interiores disparejos. El final de la pieza une a las dos parejas de una manera despiadada y deja un regusto amargo en el lector, porque no estamos ante una comedia, sino ante un drama sin concesiones, que sacude en sus últimas páginas.
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