Las margaritas se sonrojaron hasta convertirse en claveles.
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Las margaritas se sonrojaron hasta convertirse en claveles.
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Muchas veces llamamos al viento y las mismas veces vimos cómo se llevaba nuestras palabras sin devolvérnoslas jamás.
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—¡Suerte!— gritó un trébol chiquito.
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Pero hay muchos Trenes de Pensamientos y en cualquier momento pasa otro con otras criaturas imaginadas, y todo viaje puede ser posible otra vez.
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A veces un pensamiento se arraiga tanto que el tren deja de caminar y se vuelve montaña o bosque o arrecife; desaparece.
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—Aunque seas medio atarantado, con tu mezcla de naturalezas, eres capaz de imaginar más de lo que piensas. A veces es así, otras veces solo somos pasajeros en los pensamientos de otros. ¿Qué eres tú?, ¿un pensamiento propio o el pensamiento de otro? [...] —Creo que un poco de ambas. |
—Claro que hablamos— intervino el clavel del tallo más corto—, pero solo con quienes nos dirigen la palabra. Si no, sería un desperdicio. ¿Para qué hablar si quizás el otro no es capaz de contestarnos? —hubo un rumor floral de aprobación—.
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Crees que conoces todos los caminos, pero no todos los caminos te conocen a ti.
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Entonces estuvo seguro de que su suerte, igual que el brillo de la luna, sería interminable.
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¿Con qué frase empieza esta novela?