En el transcurso de los siglos, el hombre se ha esforzado en creer, ha pasado de dogma en dogma, de ilusión en ilusión, y ha consagrado muy poco tiempo a las dudas, breves intervalos entre sus periodos de ceguera. A decir verdad, no eran dudas, sino pausas, momentos de descanso consecutivos a las fatigas de la fe, de cualquier fe.
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