La química del odio

Nuevamente nos reencontramos con la inspectora jefa de la Policia Ana Arén unos meses después de conseguir cerrar del caso Slenderman con el que acabó No soy un monstruo. Durante estos meses, Ana ha pasado por un periodo de depresión del que le ha costado salir pero que, por fin ha superado por lo que se reincorpora a su trabajo justo antes de Navidad. Sin embargo, su superior Ruipérez decide buscarle un nuevo puesto y convertirla en la inspectora jefa de Homicidios, aunque sólo sea por alejarla de su puesto anterior y volver a ponerla en el centro del foco mediático. Esto no tardará demasiado en ocurrir ya que Ana comienza su primer día de vuelta en un nuevo escenario de crimen que será la casa de Mónica Spinoza, la duquesa de Mediona, una de las mujeres más conocidas de España por la gran exposición que hace de su vida en televisiones, periódicos y revistas. Pero este no será el único caso que le tocará resolver a la inspectora jefa ya que también le tocará lidiar con un sospechoso accidente de ascensor en un hospital en el que mueren varias personas.

Una vez más, Carme Chaparro nos traslada a un nuevo caso mediático en el que el punto de mira de toda la sociedad está sobre la Policia y sus agentes para que resuelvan lo antes posible un asesinato. Sin llegar al extremo sentimental del primer libro en el que se tocaban los casos de secuestros de niños y el pánico que genera entre la población, aquí nos encontramos con el asesinato de un famoso y el morbo que genera. Además, las muertes del ascensor causarán también un gran revuelo ante la idea de que podría haberle tocado a cualquiera y el continuo goteo de datos en los medios de comunicación sobre la vida de los muertos. En ambos casos, se nota la cercanía de la autora a los medios y su funcionamiento, especialmente la televisión.

Además de la temática policial, durante toda la investigación se hace referencia a la importancia que está ganando la tecnología en nuestra vida y lo que esto implica en la búsqueda del asesino con temas como la privacidad y los datos en internet, el internet de las cosas, mayordomos virtuales o sistemas de detección de reacciones emocionales. Resulta sencillamente increíble la cantidad de datos que generamos cada minuto todo lo que pueden averiguar de nosotros con un simple rastreo.

Como ya ocurría en el primer libro, la mayoría del libro está narrado en tercera persona centrándose especialmente en la inspectora jefa Arén en la actualidad y en sus recuerdos pero podemos encontrarnos algún capítulo dedicado a algún otro personaje principal. También nos podemos encontrarme partes dedicadas a otros personajes secundarios que pueden tener importancia para la trama pero que, habitualmente aparecen cambios de personaje y tiempo en la misma página sin encontrar la mínima diferenciación, lo que aún sigo sin entender pero quiero pensar que está hecho así conscientemente. A estos textos hay que añadir los escritos en primera persona por el asesino, diferenciados del resto por la cursiva en los que nos da una mirada "científico-psicológica" de lo que es el odio, de lo que proviene el título de la obra. Personalmente, me parecen prescindibles ya que no me aportan demasiado pero no son demasiado largos y se leen sin problema.

Poco más que añadir para no desvelar más de la cuenta. Cuestiones como la venganza, el odio, la historia del arte o las piezas de uno de los juegos de mesa más conocidos se entremezclan con la trama de asesinatosen las que Ana Arén deberá poder todos sus conocimientos para atrapar a un asesino que querrá jugar con ella. Con un final sorprendente y un argumento adictivo que engancha desde la primera página, parece dejar abierta la posibilidad de una tercera parte.
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