Se dio la vuelta y se encaminó a la salida. La puerta se cerró. Escuché los pasos que se alejaban por el corredor de marmol. Después de un momento fueron haciéndose cada vez más leves hasta que reinó el silencio. Sin embargo, seguí escuchando. ¿Para qué? ¿Hubiera querido que se detuviera de pronto, que regresara y disipara con sus palabras el estado de ánimo en que me encontraba? Bueno, de todos modos no lo hizo. Aquella fue la última vez que lo ví. Nunca volví a ver a ninguno de ellos..., excepto a los policías. A éstos todavía no se ha inventado la forma de decirles adiós.