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Por fin he podido leer la esperada continuación de El día que se perdió la cordura, novela que me encantó y que dejó algunos puntos sin resolver. En esta segunda parte, en la que la historia concluye, Javier Castillo sigue con su dinámica de terminar los capítulos dejando el suspense, con distintas perspectivas y saltos al pasado y al presente, para facilitar al lector la comprensión de los hechos. Ahora, podemos conocer un poco mejor a Amanda Maslow, a Kate Maslow y, por fin, a la enigmática Carla Maslow y el motivo por el que la organización la quiso secuestrar y mantener a Amanda con vida, en vez de darle el mismo cruel destino que al resto de jóvenes que aparecían en las notas de Laura. En la anterior novela, me quedé con las ganas de saber más acerca de la misteriosa organización, cómo surgió, quienes se escondían detrás de los asesinatos, cómo lograban tener adeptos, y un sinfín de interrogantes más, varios de los cuales han obtenido respuesta, mientras que otros aún siguen en el aire. Me habría gustado que Javier Castillo profundizase más en la elaboración de los personajes, ya que son muy complejos, y no llegamos a comprenderles del todo. En cuanto a la trama, ha logrado mantenerme enganchada de principio a fin, si bien en algunos puntos se me hacía lenta y deseaba terminar el capítulo para continuar con otro de los personajes, cuya historia me resultaba más interesante y elaborada. La resolución final me ha parecido algo precipitada, si bien cierra la historia y muchos interrogantes. Pese a ello, sí que he disfrutado de la lectura de la novela y la recomiendo. |
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Crítica de Claudia
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