Las mujeres eran geniales y yo me aseguraba de darles placer una o dos veces antes de centrarme en el mío. Sin embargo, una vez que terminaba, tenían que marcharse. Sabía, tras dos encuentros con Genevieve, que ella no era esa clase de chica. No. Al ver sus profundos ojos, su cuerpo trabajado y su naturaleza tranquila, supe que, una vez que la tuviera, me costaría más de un revolcón rápido sacarla de mi ser.
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