La inquilina de Wildfell Hall

Dicen que Charlotte Bronte envidiaba a Anne Bronte y por eso trato de ocultar La iniquilina de Wildfell Hall al mundo. Yo sinceramente no lo creo así. Creo que trataba de proteger la memoria de su hermana, pero equivocadamente. Menos mal que no lo consiguió y nos llego esta maravillosa obra a nuestras vidas.

Anne Bronte escribió esta novela en 1848, un año antes de su trágica muerte. Su publicación fue toda una revolución de ventas y de críticas, de hecho Anne Bronte se vio obligada a escribir una nota en el prefacio de la segunda edición aclarando que su novela muestra una pequeña realidad pero que no tenía porque ser extensible a todos los matrimonios (esta nota está en la edición de Alba Minus).

El argumento y la trama no son complejas. Una mujer llega a un pueblo apartado y no muy grande, y sus comportamientos y formas de educar a su hijo empiezan a llamar la atención y levantar las suspicacias de los habitantes de este pueblo. Esta mujer esconde un pasado el cual nos contará a lo largo de la novela.
La historia está narrada de forma epistolar donde Helen, la inquilina de Wildfell Hall, y Markham, uno de los habitantes del pueblo se turnan para narrarnos todos los hechos.

Amor tóxico, denuncia social o religión son algunos de los temas sobre los que versa la novela.

Las comparaciones son odiosas, pero yo necesito contraponer esta novela con Jane Eyre. Si que es cierto que Jane Eyre goza de una trama más interesante y unos personajes más carismáticos, pero la denuncia social que tiene La inquilina no lo tiene ningún clásico que haya llegado a mi. Me parece un auténtico grito feminista, una exposición de una realidad poco contada y un libro que estoy seguro que ayudo a todas las mujeres de la época que lograron leerlo.

En definitiva, es un libro necesario por lo transgresor y atrevido que es, y es un libro interesante independientemente de que como trama no sea rompedora. Es decir, el libro vale más por lo que no cuenta que por lo que cuenta, y ahí reside su grandeza.