Magneto de Cullen Bunn y G. Hernández Walta

El gran cáncer de las series de Marvel son los eventos. La casa de las ideas se empeña en crear grandes eventos, y cada vez que lo hace obliga a las distintas series individuales a desarrollar sus propias tramas al hilo de los eventos madre. Tal vez esto guste a los que lo llevan todo para delante, que no creo que sean muchos, pero a los que solo seguimos a, por decir alguno, Lobezno, a Hulk o, en este caso, a Magneto, la percepción es de parche mal puesto.
Y, oye, un parche en una lectura en la que has desembolsado 50€, duele.
Pero me centro en la crítica. Esta cabecera de Magneto de Cullen Bunn empieza bien, muy bien. Con un tono seco, oscuro, casi imitativo de los grandes momentos de Rorschach de Watchmen, el autor dibuja una versión desgastada y débil de uno de los mutantes más poderosos del universo Marvel. Fiel a sus principios, Magneto emprende una cruzada contra todo aquel que atente de una forma u otra contra los miembros de su raza. Se convierte así en una suerte de Castigador, un punisher implacable, un justiciero oscuro cuyos excesos traspasarán constantemente la línea entre lo justo y lo injusto. Héroe para algunos, villano para muchos.
Como decía, la premisa empieza muy bien, y las grapas se devoran, tal vez con demasiada rapidez (siempre digo que, en cómic, rapidez en la lectura suele equivaler a superficialidad, tanto temática como de dibujo). ¿Dónde está el fallo, pues? Pues que el argumento se desinfla, por repetición, a partir del capítulo octavo, más o menos. Siempre lo mismo, como ir otro día a la oficina. Lo que antes era interesante, de repente se vuelve irrelevante para el lector.
Aunque el verdadero tiro en el pie se produce más adelante, sobre la mitad del tomo (son 21 capítulos). Empiezan a cruzarse eventos que, si no estás muy metido en todo lo marvelita, te resultan desconocidos. La estructura del omnibús se rompe. Nada de lo que estás leyendo tiene relación con lo anterior, y en el capítulo siguiente te ocurrirá otro tanto. Y, oye, esto de leer por leer, como que no es para mí.
El apartado gráfico es bueno. No suficientemente bueno como para detenerte, pero Hernández Walta y J. Fernández tienen su oficio y son grandes narradores. Pero para mí un cómic con mal guion es un mal cómic, sea como sea el dibujo, y me apena por los dibujantes.
Lo dicho: tiro en el pie de Marvel, una vez más. El libro, como conjunto, no funciona. Para echar un rato, bueno. Pero es que para echar un rato no se gasta uno 50€.
En primer lugar,