Hasta el siglo XV los humanos sólo conocieron los animales y los paisajes de su región. Podían creer que un ser extraordinariamente poderoso había hecho ese mundo en seis días. Pero en el siglo XVI se hicieron posibles los viajes entre continentes, los catálogos de flora y fauna se convirtieron en álbumes gruesos, el mundo se volvió vasto y variado en maravillas, y hasta las monjas más ortodoxas dudaron de que a Dios le hubiera bastado con seis días para crear esa exuberancia.
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