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Todas esas cosas que te diré mañana, tiene el aire inconfundible de las novelas de Elísabet Benavent. Es cierto que se la nota más madura y reposada, más contenida y menos alocada que en sus primeras novelas, todo sentimiento, pasión, sexo, risas y drama, mezcladas en una coctelera explosiva. Creo que hace ya un tiempo que la autora experimenta otras fórmulas que sin dejar de lado los elementos favoritos que se reiteran en sus novelas, léase el amor a la música, el personaje de barrio que lleva dentro sus raíces, los libros, la ciudad o el sexo como expresión de mucho; la alejen de ese final feliz sí o sí que pregonan las escritoras del género romántico. En este caso, el viaje en el tiempo y el espacio como metáfora del duelo por una relación rota y la eterna pregunta: ¿si pudieses cambiar algunas cosas sabiendo lo qué sabes, el resultado sería el mismo? y más impotante aún, ¿tus decisiones serían las mismas sabiendo cuál es el final?, sirven como vehículo para conocer la historia de Miranda y Tristán, polos opuestos que se atraen pero a los que sus diferencias con el tiempo, amenazan cada vez más con separar. He leído varios libros de Elísabet y sus personajes tienen muchas características en común, todos se parecen en el fondo aunque difieren en la forma, y pienso que es algo que debería trabajar más. Creo que su escritura evoluciona y que el amor propio está mucho más presente en sus últimos trabajos. En esta en concreto, creo que los secundarios tienen muy poca relevancia y que como siempre, la pluma de la autora a parte de ser irreverentemente poética, nos deja interesantes reflexiones. Me ha gustado aunque no me ha calado, no he terminado de encajar las piezas para disfrutar plenamente de la lectura consiguiéndolo sólo en momentos puntuales. |
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