El arte de engañar al karma

Hace algunos cuantos años atrás, no hay nada que me pusiera más contenta que Elísabet Benavent publicara un libro nuevo. Aunque muchos no lo sepan, fui una lectora empedernida de literatura romántica, pero… creo que mi tiempo ya pasó.
Considero que así como la vida se compone de etapas, nuestra inquietud lectora también y después de leer este libro, confirmo que mi interés por leer este género ha caducado.

El libro en sí no me ha disgustado, pero que me haya pegado mes y pico con él en mi mesilla es un signo inequívoco de que algo no iba bien.
Creo que aún siendo uno de las historias más maduras de la autora, me he quedado a medio gas. Con seiscientas y pico páginas he sentido que ha metido mucha paja en forma de reflexiones de la vida y el amor, que a mi me han sobrado bastante.
No me he identificado para nada con Catalina, la protagonista, una treintañera que aspira a ser actriz, que vive con cuatro chicas más en un piso compartido y que nunca se ha enamorado. Sin embargo sí que he conectado con Mikel, un artista solitario que ya está un poco de vuelta de todo y es muy suyo, llegando a rozar el borderío en muchos de sus diálogos. Estos dos se encuentran cuando a Cata no se le ocurre otra cosa que vender unos cuadros de su tía abuela en el rastro y por un golpe de suerte, la descubre Eloy, un marchante de arte. Es ahí cuando ella se sumerge en el papel de su vida “intentando” meterse en la piel de una pintora emergente, que no tiene ni idea de lienzos y pinturas.

Toda esta trama da paso a tiras y aflojas por parte de los dos que se termina convirtiendo en algo más, o sea, lo típico de todas las historias de amor.
Me da mucha pena no haber conectado tanto como lo hacia antes, así que creo que por este año ya leeré nada parecido. Y ya veremos si el año que viene, vuelvo a la carga.