Atrapa a la liebre

Sara, que emigró de Bosnia a Dublín y vive alejada de los fantasmas del pasado, recibe una llamada de Lejla, su amiga de la infancia. Ella le pide que vaya a recogerla a Mostar y la acompañe a buscar a su hermano Armin, desaparecido durante la guerra. Juntas irán en coche de Mostar, pasando por Bania Luka -ciudad donde se criaron- a Viena en un viaje que, lejos de ser el reencuentro emotivo de dos viejas amigas, supondrá para Sara una vuelta a los fantasmas del pasado que dejó en los Balcanes.

Tenía mis dudas a la hora de empezar esta novela, ya que la presentaban como «Lewis Carroll y Elena Ferrante en un País de las Maravillas balcanizado», un reclamo bastante ambicioso a priori. Pero la verdad es que esta novela, conecta los distintos elementos de manera orgánicamente cohesionada.

Estructuralmente, la historia está narrada por Sara en primera persona, quien alterna el presente con el pasado y nos cuenta la evolución de la amistad entre Lejla y ella. Lejla, con un carácter fuerte siempre cegó a Sara, que sentía -por así decirlo- una gran idolatría hacia su amiga. Es esta amistad ‘desigual' entre las dos protagonistas aparentemente antagónicas la que en gran parte me ha recordado a Lila y Lenù de Ferrante en la tetralogía “La Amiga Estupenda”.

Podemos definir la novela como un ‘road trip' pero con varios planos entremezclados, pues es un viaje vital al pasado de una vida y de una relación, pero también al pasado de una época y un territorio. ¿El enlace entre pasado y presente entre ambas? Armin; la tercera pata del triángulo que mantiene la estabilidad entre ambas, su punto común como afirma la propia Sara y el motivo por el que sumergirse en las profundidades y conseguir así atrapar la liebre.
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