Intramuros: La novela de Ferrara

Dos podían dormir juntos y no amarse en absoluto

En el fondo, entre los poetas quedaba sólo Dante, "el poeta más grande del mundo". Los que habían llegado después, en vez de escribir para el pueblo lo hicieron siempre para los señores. Petrarca, Ariosto, Tasso, Alfieri (¡sí, Alfieri también!)

Más frecuentemente volvía sobre Giuseppe Garibaldi, que, admitía sin ninguna dificultad, había sido el sol, el ídolo de su juventud, deteniéndose, sobre todo, en la descripción de la voz del General, fuerte, melodiosa, como la del mejor de los tenores, capaz de alborotar su propia sangre

Desde que a él le sobrevino la parálisis había empezado a traicionarle con uno y con otro, ya que él era una especie de niño, de niño enfermo, o una especie de viejo

Después del 8 de septiembre los alemanes se habían convertido en los auténticos amos del país, y a los alemanes, ya se sabe, no les hubiera costado nada reducir cada una de las poblaciones italianas en un montón de ruinas

Horror, piedad, enloquecido miedo: esto es lo que había en la impresión que, en cada casa, suscitó el anuncio del nombre de los fusilados. Sólo eran once, de acuerdo, pero se trataba de personas demasiado conocidas en Ferrara, de personas de las que, además de los nombres, se conocían demasiado bien infinitos detalles físicos y morales, como para que su final, desde el primer momento, no pareciese un acontecimiento espantoso

Mussolini, por el contrario, como buen romañolo (Badoglio y los Saboya eran piamonteses y éstos siempre fueron gente algo rácana y poco sincera), en la hora de la tempestad no había dudado un solo instante en subir al puente de mando y empuñar, con el rostro vuelto hacia las olas, la barra del timón ...

Era un canto rítmico, pero no guerrero, impregnado también él de desesperación

¿Quién no se acuerda, en Ferrara, de la noche del 15 de diciembre de 1943? ¿Quién podría olvidar nunca las lentísimas horas de aquella noche? Para todos fue una vigilia angustiosa, interminable, con los ojos ardiendo

Por entonces el fascismo era algo anárquico, garibaldino. Entonces, contrariamente a como sucedería después, no primaban los burócratas frente a los revolucionarios