Sin embargo, es posible que, de haber pasado por el altar, ella hubiese dedicado su vida a la crianza y al hogar como el resto de las mujeres. Aunque lo negará en público y ante su chico, el encarcelamiento de Marcel·lí, de un modo muy pequeño y egoísta, se ha revelado como una pequeña bendición. Incluso su tía Mireia, epítome del discurso moderno, no terminó de ocupar espacios reservados para los varones hasta que falleció el tío Josep. Los hombres ejercen una posesión sobre ellas, sobre su tiempo y sobre su voluntad; una inquisición invisible inyectada en cada comentario que escuchan desde que nacen.