Sin sangre

A todo el mundo le pasa, incluso a los grandes, un mal día, estrés acumulado, defensas bajas...¡Qué sé yo!
Crees que tienes la situación controlada, que sentirás alivio, apuntas, disparas... y, ¡zasca! Lo que prometía ser algo musical, virtuoso y rítmico se convierte en un pedo de los que mancha la ropa interior.

De la misma forma que hablé maravillas de Seda y Novecento, Sin sangre es un despropósito, un retortijón, una flojera estomacal, una ventosidad donde todo suena muy mal.
Y huele peor.

La obra es un desajuste, noy hay música, ni armonía, no está bien planteada y la ejecución deja mucho que desear, con buena letra e intención, a Baricco le abandona el duende, y en su ausencia todo es áspero y gris.

La novelilla (yo no soy ni francés ni culto, para poner nouvelle) se divide en dos partes:

La primera, juro por Posteguillo que me pareció una película de Steven Seagal, donde los malos aparecen primero y después esperas que el engominado reparta coces a diestro y siniestro.

La segunda parte, es una venganza sí, pero con andador, con reflexiones encapsuladas, dentaduras postizas, un supositorio metido con calzador.

Reconozco que el texto tiene fuerza en algunos tramos que solo brillan de forma individual, pero en su conjunto, no empasta, experimenta, arriesga y rompe.

Sé que soy un maniático de la estructura y composición literaria, y que encajo bastante mal los juegos malabares, pero en Sin sangre, a Baricco se le caen continuamente las pelotitas y mi mano ha visitado la frente casi como un tic 🤦🤦🤦🤦🤦

Chocolate puro, sin chocolate.
Es decir, mala a rabiar.