Tras resolver el caso del asesino del aire en vena en “Doce metros”, la Unidad de Intervenciones Especiales, con la criminóloga Paula Capdevila a la cabeza, vuelve en un nuevo caso que, si por algo destaca, es por la originalidad de su premisa. Matar es fácil (ya lo decía Agatha Christie), pero hacerlo de forma que sorprenda hasta al más curtido de los lectores de género negro no lo es, y Tatiana Ballesteros lo ha conseguido. Decenas de jóvenes acuden a la celebración de una FICLASI (fiesta clandestina silenciosa) en una nave abandonada de un polígono madrileño. Lo que en principio era una noche de fiesta más, se torna en pesadilla cuando varias personas comienzan a mostrar comportamientos extraños, desplomándose después de arrancarse los auriculares. Este hecho dará inicio a una cadena de muertes inexplicables provocadas por un asesino en serie que mata de forma invisible. Además de por su originalidad y por el ritmo ágil con que se desarrolla la historia, esta engancha porque la idea que plantea resulta de lo más inquietante. Con una cuidada labor de documentación detrás, la autora se remonta a técnicas de experimentación nazi para proponer un escenario que asusta pensar pueda llegar a darse en la realidad. No sería la primera vez que investigaciones y experimentos que se inician con fines de lo más loable, buscando el bien común, con el tiempo terminan derivando en prácticas criminales que únicamente buscan el beneficio de unos pocos. La Unidad de Intervenciones Especiales vuelve al completo con Paula, Toni, Sandoval y Gutiérrez, pero en esta ocasión tendrán una nueva “integrante”, Susana, una de las jóvenes supervivientes de la FICLASI, estudiante de periodismo y criminología que ve en Paula su modelo a seguir. La narración se va intercalando entre Paula y Susana, lo que dará lugar a la repetición de algunas escenas desde ambos puntos de vista, pero esto no es tan frecuente como para lastrar el ritmo. Susana ha sido la gran revelación de esta historia. Su carácter imprudente y un pelín temerario hizo que su personaje me ganase rápidamente. Tiene la impulsividad y la inconsciencia propias de la juventud. Sus ansias por colaborar en la investigación le llevarán a no pararse a calibrar las consecuencias de sus actos pero, su implicación directa en la tragedia y esa necesidad de conocer el porqué, serán más fuerte que mantener la prudencia que le exigen. Aunque prácticamente desde el comienzo tuve claro parte del desenlace (y no me equivoqué un pelo) y, por tanto, no hubo ese factor sorpresa, el camino hasta llegar a la gran revelación me resultó de lo más entretenido, camino que desemboca en un tercer acto apocalíptico (con todo lo que ello conlleva). El final abre las puertas a un nuevo escenario en el que será interesante ver cómo se desenvuelven los personajes. Si Paula Capdevila y la Unidad de Intervenciones Especiales vuelven con un tercer caso, sin duda estaré ahí para leerlo. + Leer más |