El que ellos dos se dan le grita al mundo el amor que se tienen, lo que se han echado de menos, las ganas que les nacen a ambos por pasar esos días juntos y el reconocimiento mutuo, ese que les dice que son la persona el uno del otro, la guía, el faro. La brújula en un mundo inhóspito en el que tenerse significa que queda luz a su alrededor.
Les dura el infinito y se recrean en él. Se felicitan, se reencuentran, se reconocen. Son vagamente conscientes de que el tiempo sigue corriendo en alguna parte, pero no en ellos, porque los segundos los evitan, los rodean, los dejan aparte.