Recordaba la mirada velada de pena de James Douglas el día que se habían conocido, en su propia boda. Ese día se había preguntado qué haría falta para borrar los surcos de dolor de esos ojos tan hermosamente tocados por el pesar. Ahora conocía la respuesta. Una mujer batalladora a su lado. Un bebé que era como una promesa de futuro. Y una confianza ciega en que todo eso, pese a lo ocurrido, se lo merecía. Que era suyo por derecho. |