[...] al quitarle la risa le quitaron al pueblo el más profundo sentido de las cosas. Sí, las dictaduras son púdicas, engoladas y, absolutamente, aburridas.
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[...] al quitarle la risa le quitaron al pueblo el más profundo sentido de las cosas. Sí, las dictaduras son púdicas, engoladas y, absolutamente, aburridas.
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[...] la mayoría de las cuales eran personas que, como yo, lo que querían era vivir en un mundo libre y trabajar y recuperar su humanidad perdida.
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Nunca he podido comprender muy bien la locura, pero pienso que las personas que la padecen son una especie de ángeles que no pueden soportar la realidad que los circunda y de alguna manera necesitan irse hacia otro mundo.
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[...] le pusieron una inyección, dijeron que estaba loco de remate y lo llevaron para un manicomio. Sí, la valentía es una locura, pero llena de grandeza.
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Siempre he pensado que el amor es una cosa y la relación sexual es otra; el amor verdadero participa de una complicidad y una intimidad que no existe en las simples relaciones sexuales.
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[...] pero es que el placer sexual casi siempre se paga muy caro; tardo o temprano, por cada minuto de placer que vivimos, sufrimos después años de pena; no es la venganza de Dios, es la del Diablo, enemigo de todo lo bello. Pero lo bello siempre ha sido peligroso. Martí decía que todo el que lleva luz se queda solo; yo diría que todo el que practica cierta belleza es, tarde o temprano, destruido. La gran humanidad no tolera la belleza, quizá porque no puede vivir sin ella; el horror de la fealdad avanza cada día a pasos acelerados.
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Siempre pensé que, en mi caso, lo mejor era vivir lejos de mi madre para no hacerla sufrir; tal vez todo hijo debe abandonar a su madre y vivir su propia vida. Desde luego, son dos egoísmos en pugna; el de la madre que quiere que seamos de acuerdo con sus deseos y el nuestro queriendo realizar nuestras propias aspiraciones.
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Vivía lleno de terror y con la esperanza de poder escaparme de aquel país algún día.
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Hay como una especie de sentido de destrucción y de envidia [...]; en general, la inmensa mayoría no tolera la grandeza, no soporta que alguien destaque y quiere llevar a todos a la misma tabla rasa de la mediocridad general; eso es imperdonable.
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[...] la avidez por el dinero y el miedo a morirse de hambre, han sustituido a la vida y, sobre todo, al placer, a la aventura, a la irreverencia.
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Como agua para chocolate