Te escribo a ti, que todavía no sabes que la locura siempre se acaba por volver normal, y lo normal, una locura.
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Te escribo a ti, que todavía no sabes que la locura siempre se acaba por volver normal, y lo normal, una locura.
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Podría hablar de la infancia de mi padre y se parecería a esa historia tuya de ser hijo de alguien que a veces desearía haberse quedado a la otra orilla del mar.
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Un solo acontecimiento, si es lo bastante radical, lo bastante puro, es capaz de comunicarse con las masas desposeídas del mundo, reanudar los lazos entre el califato y los musulmanes descarriados, aumentar la afluencia de nuevos reclutas y cambiar el rumbo de la guerra
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[...] joven de a pie, bien educado, que suele cederle el asiento a algún anciano, pero que ya está hasta las narices de tanto racismo y colonialismo. [...] Es educado y está buscando trabajo [...] ni una puta oportunidad le han dado los suecos. [...] suele cederles el asiento a los ancianos, y también a los suecos, sobre todo a los suecos, para mostrarles cuáles son los principios del Islam, en un mundo que jamás gratifica la bondad.
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Eras sueco si los suecos consideraban que eras sueco: eso era lo que aprendíamos en las clases de valores. Yo no era sueca porque era musulmana y tal.
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