LA VELOCIDAD DE LAS NUBES

Don Antonio, el cura, estaba implícita la de instruirnos sobre la inevitable, gloriosa e incluso placentera pérdida de libertad que supondría para nosotras este santo sacramento, de igual manera estaba el que está renuncia no tenía por qué ser correspondida por aquellos a quienes entregábamos nuestras vidas. Es más, nosotras, las santas mujeres, éramos quienes debíamos procurarles a ellos una libertad sin límites para no agobiar los ni contraria, rlos, quienes debíamos estar dispuestas a satisfacer todos los deseos o caprichos que demandaran, ofrecernos con todo el amor y el cariño del que ellos no podían prescindir; porque si no lo hacíamos así, les estaríamos incitando a buscar la satisfacción de sus apetitos en otros lugares más precsminosos.

Como otra mucha gente, me dejé llevar por las corrientes ideológicas en un periodo vital en el que la personalidad se está formando y todavía eres moldeable, por eso si influencia, si mensaje, su calado vital, nunca se olvida del todo sino que te acompañará, de una manera u otra siempre. No puedes renegar absolutamente de aquello que has sido, de aquello que has creído y por lo que has luchado, por mucho que las circunstancias cambien, o que las obligaciones y las responsabilidades de la madurez te vayan acomodando ...

No dije nada a nadie. Fue una decisión secreta. Dejé de ir a misa, de confesar, de comulgar, no son cierta aprensión o miedo, porque, ¿y si realmente Dios existía y por apartarme de Él me abandonaba y comenzaba a sucederme desgracias? ...

La conclusión a la que llegue fue que a las mujeres no nos iba a ser fácil desprendernos del caparazón de machismo que siglos de historia habían ido acumulando sobre nuestras espaldas, penetrado hasta el mismo ADN; que no nos libraríamos fácilmente de este estigma con solo decir "no", y el camino hacia la igualdad, la libertad y el respeto nos costaría sangre, sudor y lágrimas; no se nos consentiría obtener ningún resultado sin esfuerzo, dolor y sufrimiento.

Sabía que después de una dosis de quimioterapia las fuerzas le abandonaban y quedaba sumido en un extremo decaimiento, pero que después, al cabo poco días, reviviría.