(…) Lo siento, milord, pero yo soy así: insolente y deslenguada, y siempre defenderé lo que pienso, aunque a usted o los de su clase les dé una apoplejía cuando me escuchen. No pienso cambiar por ningún hombre.
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(…) Lo siento, milord, pero yo soy así: insolente y deslenguada, y siempre defenderé lo que pienso, aunque a usted o los de su clase les dé una apoplejía cuando me escuchen. No pienso cambiar por ningún hombre.
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Puede que a la luz del día Andrew Greenwood fuera un ogro frío e impasible. Pero, al menos en sus sueños, él siempre sería su tabla de salvación.
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—Lo fácil en la vida es dejarse llevar. Eso no tiene ningún mérito, pequeña. Controlar el deseo, las ansias de rozar una piel que te enloquece, de sumergirse en el cálido cuerpo con el que sueñas cada noche, tener tu mayor anhelo al alcance de tu mano y dejar que se vaya, como si fuera agua entre tus dedos. Eso es una carga muy difícil de llevar, así que no me subestimes. (…)
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Marian era el fuego y Andrew el hielo que estaba condenado a apagar su luz. Estaban destinados a no entenderse, a hacerse infelices mutuamente, y poco podía hacerse para cambiarlo. |
—Lo fácil en la vida es dejarse llevar. Eso no tiene ningún mérito, pequeña. Controlar el deseo, las ansias de rozar una piel que te vuelve loco, de sumergirse en el cálido cuerpo con el que sueñas cada noche, tener tu mayor anhelo al alcance de tu mano y dejar que se vaya, como si fuera agua entre tus dedos. Eso es una carga muy difícil de llevar, así que no me subestimes.
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Gregorio Samsa es un ...