(…) Ella puede ser tu felicidad, pero si le haces daño será tu penitencia.
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(…) Ella puede ser tu felicidad, pero si le haces daño será tu penitencia.
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(…) que Dios nos ayude, porque si tú no te alejas, yo no voy a tener voluntad para hacerlo.
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Pensar en ese hombre estaba acabando con toda la decencia que le habían inculcado desde que nació, aunque también estaba consiguiendo que se sintiera un poco más viva.
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