Entonces, un buen día, apareciste tú, Anya. Te observé mientras tomabas tu primer sorbo de sopa de aleta de tiburón, degustándolo lentamente. En un instante, supe que tú tenías esa esencia indefinible… ese elemento… que nos falta a todos nosotros, incluso a Serguéi. Por supuesto, tú no puedes verlo, para ti es tan natural como respirar. Cuando te sientas a comer, comes con tranquilidad. No como si fueras un animal esperando que le echen la comida. ¿Alguna vez te habías dado cuenta de eso, Anya? ¿Lo delicada que es tu manera de comer? Y el resto de nosotros, siempre engullendo la comida como si se fuera a acabar a causa de una guerra.
|