Vita sexualis : El aprendizaje de Shizu

Lectura seleccionada en el Club de literatura japonesa del que formo parte para la sesión del mes de marzo, aunque lamentablemente no pude asistir.

En esta obra, a modo de diario, el profesor de filosofía Shizuka Kanai rememora su pasado centrándose (supuestamente) en los momentos relacionados con su despertar sexual. Desde una vez en la que siendo pequeño dos mujeres le enseñaron un libro de ilustraciones eróticas hasta cuando estuvo por primera vez con una mujer, pasando por los comentarios y el acoso de sus compañeros de clase o las constantes peticiones de su madre para que busque una mujer con la que casarse, Kanai se sumerge racionalmente en su pasado para buscar esas anécdotas y explicarlas detalladamente.

En su momento (la obra se publicó originalmente en el año 1909) el libro fue censurado y retirado de las librerías por considerarse dañino para la moral pública, cuando en realidad se trata de un libro muy inocentón, sin referencias explícitas de ningún tipo (quizás lo más explícito sea el título), en el que el Kanai recuerda de un modo casi cómico y con ternura cuáles fueron sus inicios en el ámbito sexual, en el que, por otra parte, no parece haber estado interesado realmente. de hecho es casi más un referente en cuanto a modus vivendi de esas décadas en Japón que un relato erótico o subidito de tono.

Se menciona en el prólogo que Ogai quiso llevar a cabo una especie de alegato frente al naturalismo imperante en la literatura japonesa de la época, queriendo contar lo mismo que aquellas obras (como el papel del sexo en la vida humana) pero sin utilizar escenas casi pornográficas y vacías de sentido. Personalmente, y quizás de nuevo por culpa de la expectativa, me ha parecido una novela bastante aburrida. Si bien alguno de los recuerdos de Kanai me ha transportado a mi propia infancia, no he conseguido empatizar en casi ningún momento con el personaje, así que tampoco he entendido bien su desarrollo ni las intenciones del propio autor contando lo que cuenta.

"Una novela llena de preciados pasajes descriptivos del Tokio de la era Meiji" (Japan Times)

Esta frase quizá describa lo que puede que sea el mayor logro de esta pequeña novela que, al menos para mí, no está a la altura de la bailarina o El ganso salvaje, obras con las que descubrí y disfruté de este autor. En estas el autor se hunde irremediablemente en las profundidades del amor y el destino, consiguiendo construir unas historias (La bailarina relata la historia de amor que mantuvo con una mujer durante su estancia en Alemania) de una enorme belleza.
Hay que reconocerle la sabia forma de combinar dos profesiones de lo más dispares: médico y escritor. Ambas se unen en Vita sexualis para conformar un relato autobiográfico en el que Shizuka Kanai, el protagonista, remeda a un Mori Ogai que busca descubrir el papel que ha desempeñado el sexo en la vida. Esa ansiada primera relación sexual (aunque hay que reconocer que el protagonista parece muy poco proclive a tenerla, de hecho parece un persona completamente asexuada), los impulsos de la niñez, la pulsión sexual, el deseo, el placer...
Y como no hay mejor forma de demostrar algo que con un ejemplo práctico, decide utilizar su propia vida (de los seis a los veinticinco años) y lo acontecido en ella a ese nivel como material de investigación, de tal modo que comienza el relato de su vida sexual rememorando esa ocasión en que con seis años descubre los libros de estampas con alto contenido erótico (shunga) que no supo "ver". Aquí comienza un viaje en el que recordará aquellas situaciones en las que hubo acercamientos, tocamientos, impulsos, e incluso conatos de agresiones sexuales. Porque si algo hay que agradecerle a esta pequeña novela es la de informarnos con detalle de la vida en ese Tokio de la era Meiji que, como bien decía el Japan Times, describe a la perfección: las relaciones de los chavales en el internado, la homosexualidad, la prostitución, los matrimonios concertados (desde el lado masculino), la infancia... Cosas que apenas si se han descrito en otras novelas de la misma época. Hay pasajes muy tiernos, de una ingenuidad aplastante; otros de gran violencia (dormía con un cuchillo bajo la almohada en el internado); y los más descriptivos de una época en la que Japón se abría al mundo occidental.

Tachado de pedante incluso por sus colegas, lo cierto es que Ogai fue un intelectual, un científico, una persona muy culta que no dudaba en citar a Shopenhauer o a Rilke en sus obras, además de escribir con un vocabulario muy complejo, arcaico (ideogramas chinos) que no estaba a la altura de muchos, al menos eso seguramente pensaría él.

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