Las cigüeñas son inmortales: 286

Volamos al Congo, 1977. Aunque se trata de una novela de 277 páginas y pese a los duros acontecimientos que narra, se torna dinámica y fresca y sus páginas transcurren a una velocidad de vértigo. El hecho de que la historia se suceda en apenas tres días, coincidiendo éstos con las partes en que se divide el libro, contribuye a la celeridad de su narración.

En ella, Michel, un niño de 13 años de carácter afable y soñador, narra la cotidianidad en que se encuentra inmersa su familia, aderezada con ciertos toques de humor por sus travesuras y corredurías en el barrio en el que vive. Esta cotidianidad se verá interrumpida por el asesinato del hasta entonces camarada presidente Marien Ngouabi, líder de la Revolución Socialista Congoleña. A partir de entonces, la ciudad se vuelve silenciosa y se respira una incertidumbre que parece alertar de que algo nuevo puede ocurrir.

La visión un tanto infantil de nuestro protagonista respecto a los acontecimientos políticos ocurridos en su país y la interpretación que da a los mismos dota a la novela de un cariz tierno, acentuado más si cabe por el uso de la propaganda política para legitimar al nuevo gobierno mientras se mantiene al pueblo en el engaño más absoluto.

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