Algunas veces el amor es como los móviles. Uno tiene el corazón de prepago y el otro lo quiere pasar a contrato de permanencia.
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Algunas veces el amor es como los móviles. Uno tiene el corazón de prepago y el otro lo quiere pasar a contrato de permanencia.
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Ah
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El tiempo pasa. La experiencia sube. El desencanto también. Y todo es «bah» y seguir tirando. Y, de repente, te enamoras de nuevo. Y, joder, no puedes pararlo, no puedes controlar nada. De nada sirve ese «ahora no me quiero enamorar». «Como si pudieras controlarlo», te respondes a ti mismo. Y sonríes. |
Algún día entenderás que no necesito mucho. Entenderás también que no hace falta que me digas lo que somos; cada vez que nos besamos lo somos todo. Que no quiero que me preguntes cómo estoy, pero sí que dónde me gustaría estar. La respuesta es sencilla: en tus brazos, ya lo sabes. Y cuando me mires a los ojos, entenderás que no me pasa nada, me pasas siempre tú. Y no tengo nada más que decir.
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Consigues que sea capaz de reír llorando y de llorar de tanto reír. Y eso es un poco todo.
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Esas noches de otoño tapados hasta arriba en la cama. Con la música bajita. Con la taza en la mesilla. Pensando en alguien y sonriendo.
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Qué guapa te pones cuando te quieres a ti misma más que a los demás.
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Voy a jugar a unir con la lengua los lunares que van desde tus hombros hasta el infinito. Y te dejo ganar.
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Nunca te olvides de esta frase. El mundo que hable, tú, mientras, quiérete.
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Personas a las que no les darías ni la hora y otras, en cambio, que por verlas cinco minutos de reloj recorrerías el mundo durante horas.
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Marinero en tierra