El prisionero del cielo

En esta tercera entrega de la tetralogía de “El cementerio de los libros olvidados”, los protagonistas vuelven a ser Daniel Sempere y Fermín Romero de Torres. Han pasado algunos años desde los acontecimientos de “La sombra del viento”, por lo que los personajes han crecido y ya no son exactamente los mismos que eran antes. La trama se complica un poco más y vemos como la vida de los personajes de “La sombra del viento” se entrelaza con la vida de los personajes de “El juego del ángel”.

El relato se centra en pasado de Fermín: sus años en la prisión de Montjuïc, cómo logró escapar de allí y cómo terminó adoptando el nombre por el que todos lo conocemos. Todo ello va ligado a una promesa que Fermín se había propuesto cumplir con determinación. Temporalmente nos encontramos en la Barcelona de los años cincuenta, pero con saltos temporales hacia el pasado ya que, como hemos mencionado, la novela consiste sobre todo en el relato que Fermín hace de su pasado.

Si en el primer libro el antagonista era Fumero y en el segundo, Corelli, en esta entrega nos encontramos con un nuevo villano: Mauricio Valls, director de la cárcel del castillo de Montjuïc. Aunque Daniel Sempere tiene algo de peso en esta entrega, es indudable que el gran protagonista es nuestro querido Fermín acompañado de sus desventuras. Algo que me ha llamado la atención es que este relato, aun siendo más corto que los otros dos, contiene mucha más crudeza en sus páginas. Zafón no se corta un pelo en describirnos el lado más oscuro y sangriento de la postguerra española y la época franquista. Su prosa hace que se pongan los pelos de punta, algo que valoro mucho en una narración pues el autor en cuestión tiene que tener mucho dominio de la pluma para hacerte sentir cosas reales a través de simples palabras escritas en un papel. La ambientación, como siempre, es gótica, pero esta vez, tenemos un nuevo lugar que contribuye a la esencia oscura de la narración: la cárcel de Montjuïc. Este penal es el principal lugar de los hechos de la novela. También cabe destacar el cambio de Daniel, quien deja de ser el chiquillo de 17 años que conocíamos en el primer libro, para convertirse en un adulto de veintipocos años con un hijo (Julián) y una esposa (Beatriz) a los que cuidar. Aunque la historia acaba con un final un tanto abierto, confío en que nuestras dudas sean resueltas en el último tomo de la tetralogía de El cementerio de los libros olvidados.

En conclusión, es una lectura entretenida que, sin alcanzar el mismo nivel de sorpresa e intriga que poseen sus predecesoras, consigue engancharnos debido a lo ágil y ameno de la narración. Por primera vez las tramas de los dos primeros libros se entremezclan y se nos revelan verdades que antes no conocíamos.