ADVERTENCIA: Si Ud es católico apostólico romano a ultranza, o adhiere a ideas de derecha, no lea este libro. Como tampoco debe leerlo si cree en que la humanidad se salvará por el mérito propio de cada individuo y, no, por la colaboración comunitaria. Hechas las aclaraciones, vamos al libro. Si bien Cardenal figura como autor, es un compilador, el que se tomó el trabajo de grabar y desgrabar las conversaciones y debates de las lecturas de los evangelios, modo en que se celebraban las misas en la iglesia Nuestra Señora de Solentiname. Cardenal llegó a la Isla Mancarrón, la más grande del archipiélago de Solentiname, en 1966 y permaneció allí hasta octubre de 1977, cuando la Guardia Nacional de Nicaragua destruyó la comunidad y puso fin a la permanencia del sacerdote poeta en la isla. Se preguntarán el por qué de esta decisión. La comunidad de Solentiname tenía una interpretación particular de los evangelios y de la Biblia. Para ellas/os, el mensaje de Jesús, o sea, de Dios, es el amor. Y, amor es justicia, y la justicia es liberación, y la liberación necesita revolución; es decir, Cardenal adhería a la Teología de la LIberación (el evangelio exige la opción preferencial por los pobres y recurre a las ciencias humanas y sociales para definir las formas en que se debe realizar esa opción) Las reflexiones sobre las lecturas, los debates que sostienen Alejandro, Marcelino, Laureano, Oscar, Elbis, Olivia, Bosco, Esperanza, Tomás, William, Gloria, Adán, Pancho, Natalia, Manuel, Tere, Julio, Myriam, Rebeca y el mismo Cardenal tienen una riquísima simpleza a la que todas/os deberíamos aspirar. Y, obviamente, a esa idea tan pregnante de que nadie se salva solo, sino que es la comunidad, la eucaristía, la que nos salva. Si deciden organizar su modo de ver y de vivir en el mundo, este libro les está esperando. Amén. + Leer más |
La Caja de las Letras del Instituto Cervantes se abrió, por partida triple, para recibir los legados de tres referentes literarios de Centroamérica: del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal (Granada, 20 de enero de 1925 - Managua, 1 de marzo de 2020), unos versos, una hoja con su firma, sus gafas y su boina vasca; de la poeta nicaragüense-salvadoreña Claribel Alegría (Estelí, 12 de mayo de 1924 - Managua, 25 de enero de 2018), un ejemplar de su primer poemario, «Anillo de silencio», dos cuencos para mate, el índice manuscrito de su poemario «Voces» y un texto extenso escrito por su hijo Erik Flakoll Alegría; y del escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa (Ciudad de Guatemala, 4 de noviembre de 1958), cuadernos y libretas manuscritos. Los encargados de depositar los legados «in memoriam» de Cardenal y Alegría fueron los autores nicaragüenses exiliados en España Sergio Ramírez y Gioconda Belli, respectivamente.
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