Tito Liviano sigue su descripción desencantada y amarga de la España que desemboca en la Restauración alfonsina. Destaco la figura del tigre del Maestrazgo, Ramón Cabrera, que de líder sanguinario del Carlismo en la primera guerra, acaba aceptando a Alfonso XII y recibiendo prebendas por ello. Según el narrador se civiliza al contacto con la civilizada Inglaterra, más que por influjo de su mujer inglesa y protestante. Transcribo al propio Galdós: "...contribuyó a la domesticación de la fiera el plácido ambiente de un país liberal y protestante, de un país en que imperaba la justicia y el orden, en que los ciudadanos vivían dichosos ejercitando sus derechos y sometidos al suave rigor de las leyes." Galdós muestra su lado anticlerical con bastante claridad al final del libro. Con motivo de la expulsión del clero regular de Francia en 1880 y la acogida del mismo en España, despotrica su narrador Tito Liviano: "...Ya nuestra España es de ustedes. Aquí no reina Alfonso XII sino el bendito San Ignacio, que a mi parecer está en el cielo, sentadito a la izquierda de Dios Padre... Los españoles somos católicos borregos, y sólo aspiramos a ser conducidos por el cayado jesuítico hacia los feraces campos de la ignorancia, de la santa ignorancia, que ha venido a ser virtud en quien se cifra la paz y la felicidad de las naciones... Nos prosternamos, pues, ante el negro cíngulo, y rendimos acatamiento al dulcísimo yugo con que se nos oprime ad majorem Dei gloriam». El último de los Episodios Nacionales acaba con las palabras de la Musa Mariclío que son un diagnóstico de los "tiempos bobos" que para Galdós fueron los de la Restauración. Estas últimas palabras son proféticas: Galdós llama a la rebeldía, a la revolución. No creo que los sucesos revolucionarios de los años 30 fueran lo que pretendía. Probablemente exclamaría como Ortega y Gasset en su célebre artículo sobre la Segunda República: "No es esto, no es esto". + Leer más |