Milord – respondió el embajador-, me quedaré con los muebles y el fantasma bajo inventario. Vengo de un país moderno, donde tenemos todo lo que el dinero puede comprar y, con la flor y nata de nuestros jóvenes que recorren el viejo mundo de juerga en juerga, y se llevan a sus mejores actores y primadonnas, calculo que si hubiera en Europa una cosa tan extraordinaria como un fantasma, en muy corto tiempo, lo tendríamos en nuestro país, en uno de nuestros museos públicos o como atracción de feria.
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